marzo 12, 2007

3A, Ronda Norte

Cuando yo subo a las 8.40 los lunes y los miércoles los niños ya están ahí. Son dos y van siempre juntos y mirando por la ventana. Entonces, cuando entra él, siempre hay uno que avisa al otro. "Ya viene". Y se ríen y se miran los pies o el suelo. Él, que es canoso y va siempre con camisas de cuadros y de manga corta, se les sienta al lado y les dice: Ya vamos, ¿eh? Y ellos se ríen mirando al suelo y no le contestan. ¿Un caramelo? Y ellos se ríen. Él les acerca caramelos de café a la cara y ellos los cogen sin mirar y sin para de reírse tímidos. Se dan muchos golpes en las piernas como diciendo: Aquí está otra vez, aquí lo tenemos. ¿Estudiais mucho? Y ellos callados. Qué pillos sois, jodíos. Y ellos se miran y se ríen a carcajadas y salen huyendo en la parada "Colegio María Maroto" y desde la calle le sacan a él la lengua y se ríen muy fuerte y se les oye desde dentro. Entonces él se agarra a la barra que hay más cerca de la puerta y mira mucho a todo el mundo. Cada vez que alguien sale dice: "Se acabó el billete." Y se ríe mucho y se pone colorado de risa o de tos. Pero hoy había otro hombre. Un hombre un poco viejo y con chaqueta y con un ramillete de azahar "de los naranjos bordes" en la mano. Lo llevaba muy cerca del pecho y cuidaba mucho de que nadie lo rozara al bajarse. Entonces le ha dicho al de la puerta: "Es azahar de los naranjos bordes. Es para mi mujer que está ingresada en el Morales. A ella es que le gusta mucho el azahar." Y el de la puerta agarrado a su barra, mirándolo mucho y esperando a que el de las flores se bajara en la parada Ronda Norte 16 para decirle: Se acabó el billete. Y reírse luego y ponerse colorado de risa o de tos.

Galileo

Éramos cuatro. Mi padre, dos conocidos que no recuerdo y yo. En el sueño todos sabíamos quiénes éramos. Esperábamos mucho y amanecía en esa estación tan gris. Esperábamos algo mirando todos los autobuses que venían y se iban y ninguno era el nuestro. Tratábamos de no dormirnos y hablábamos mucho. Y ninguno en era el nuestro. Yo a veces iba a por café a la cantina. Luego lo bebíamos y mirábamos tristes todos los autobuses. Y nada. Era un espera fría, extraña. Y nunca hablábamos de lo que esperábamos. A veces llegaba alguien, se sentaba, nos mirábamos todos, pero en seguida venía su autobús y el extraño se iba. Se iban todos menos nosotros, que nos cruzábamos de brazos y nos hacíamos para atrás en el asiento. Entonces yo decía: "Eppur si muove" y nos reíamos un poco, al principio. Luego la risa iba creciendo y yo acababa llorando de tanto reírnos y todos nos mirábamos como entendiéndolo todo y yo, sin apenas poder hablar, decía: Si en ese tiempo hubiese estado vivo Woody Allen, habría tratado de detener la Tierra. Y entonces aparecía Woody Allen en holograma, vestido de otro tiempo, corriendo delante de una Tierra de plastilina y daba vueltas como las dan los roedores en esas ruedas de plástico, y trataba de detenerla con barras de metal azules de esas que se usan para apuntalar las ruinas. Nos reíamos mucho, y los autobuses de fondo, y nosotros esperando, riéndonos tristes, y al despertarme me he encontrado mal.