abril 26, 2009

B.S.O.


1. So Broken. Björk
2. Viorar Vel Til Loftarasa. Sigur Ros
3. Beautiful Boys. CocoRosie
4. Crown of Love. The Arcade Fire
5. Blanca. Nacho Vegas.
6. Seems So Long Ago, Nancy. Leonard Cohen
7. And I Love Her. The Beatles
8. The Court Of The Crimson King. King Crimson
9. Remordimientos. Sr. Chinarro
10. Vanishing Act. Lou Reed
11. I'll Be Your Mirror. Velvet Underground & Nico
12. Rey Sombra. Los Planetas
13. Atmosphere. Joy Division
14. Asleep. The Smiths

abril 24, 2009

The girl with the thorn in her side


Es verdad que existen espinas en un costado. En el costado izquierdo (no sé por qué la mía está ahí) y tiene tu olor y siento ahora que no se me olvidará nunca que lo último que dijiste fue que no sabías qué decir (y luego te vi bajar corriendo la escalera y esperé a que salieras del todo para empezar a darme cuenta de lo que pasaba). Nunca vi en una persona tan grande (tus manos enormes, tu pecho enorme) una tristeza así. Ahora no sirve de nada la lista de puntos a recordar para no dejarse caer que me hice cuando volví y cuando pensaba que tú volverías conmigo. Leo sin convicción: Punto número 1) Existe Tiergarten y el sol sobre la mejilla izquierda. 2) El perfil perfecto de un joven con gafas en Alexanderplatz. 3) La luz en las ventanas de Christinenstraβe. 4) Kann ich helfen? 5) Las bombillas en la terraza del Gorky Park. Y así hasta diez puntos que ya no sirven de nada porque los escribí un poco para ti que ya no estás y que me aseguras que no volverás a estar, me lo dices hasta que te quedas sin palabras y dices: Me voy porque no sé qué decir. Así te vas. Creo que eres la primera persona en mi vida que se va así. Creo que la espina ha nacido por eso. Y que por eso también me ha acudido la fiebre. Ahora todo significa lo mismo y que te alejas y que esta vez no te veré volver. No me ha dado tiempo a contarte que te traje de ese lugar de aromas una bolsita de especias ni que escribí veintidós páginas explicando tus manos, describiendo cada uno de los movimientos de tus manos y lo que haces con ellas y cómo nunca había visto a nadie tocar la vida así, manipular los objetos, lo tangible, de esa manera en la que tú lo haces. No me ha dado tiempo a nada y cuando he querido detenerte eran ya nada más que tus pasos por toda la calle. Sin vida la calle un jueves a las dos de la mañana. Y no voy a detenerte. Pienso nada más que en mi dolor de costado y sacarlo y hacer como que no es mío y exponerlo aquí es una solución fácil, temporal, que ayuda mucho a sobrellevar la noche. La primera noche.

abril 08, 2009

06.04.09

Hay una sala aquí que llaman showroom. Parece un lugar desierto, derruido. Es, sin embargo, una sala que hasta hace unas horas estaba llena de luces y de risas, de humor barato y caspa. Esta sala me produce una náusea diferente al resto de lugares que me producen eso. Tiene una tristeza añadida, no sé cual. A lo mejor que el Egeo tan cercano, a lo mejor las luces que dan a esta hora en la Cubierta 10 y sin embargo la gente aquí, y mucho ruido, y alguien barriendo el confeti que ha quedado en la moqueta. Sin embargo busco esa náusea, me vengo aquí no sé bien a qué cuando ya ha acabado todo y miro el dorado de las cortinas y las lámparas recargadas y el exceso de luz artificial. No queda nadie. Se los llevaron a la habitación contigua a jugar al bingo o a las cartas. El barco se mueve y es extraño, casi siniestro, estar aquí abajo a estas horas de nada, mirar las escaleras, los focos apagados. Una sala enorme, desierta, que parece estar recuperándose de una tristeza cósmica. Entonces lo veo a él y lo reconozco en seguida. Mi mente lo nombra: Tadzio, puede que incluso más joven que Tadzio. Está solo y aunque él no lo sabe, yo creo que no lo sabe, busca en la showroom desierta esa misma sensación que busco yo. Tiene un papel pequeño en las manos y lo arruga y lo desdobla y pinta algo sobre él con lápiz de punta fina. No encuentro nada que dibujar en toda la sala, pero él dibuja. Le miro los rasgos. Es Tadzio y no quiero que hable, ni que se dé cuenta de que estoy, ni que me mire directamente a los ojos. Es Tadzio y produce inmediatamente ganas de morir en Venecia, tiene esa belleza sin sexo, indiscutible, y me cura sin saberlo la tristeza que produce que existan en el mundo tantos lugares como este sitio al que llaman showroom.

05.04.09

Estamos solos en la cubierta 10, cada uno inclinado sobre su porción de barandilla. De fondo el perfil redondeado de la ciudad. Nos miramos a ratos, somos tímidos bajo las gafas de sol. Me pregunto tu edad y te veo entre las manos poemas de Salinas. Se me mueve algo por dentro. "Entre cincuenta y sesenta", pienso. Al rato te acercas un poco, sonríes un poco, y sin hablar comprendo que compartimos la misma impresión sobre este sitio, sobre este barco, la idea de crucero, las cortinas de los camarotes y las salas de espectáculos. Te sonrío también yo y bajo la escalera. Se oyen las campanas de una iglesia ortodoxa y gaviotas conforme nos alejamos del puerto. No me olvido de ti ya en toda la tarde y leo yo también a tus poetas, seguro que tus poetas, como antídoto a la fealdad de un jacuzzi, las colas del buffet, el altavoz comunicando en tres idiomas que la Santa Misa será oficiada por el padre Parra a las 7 en punto de la tarde en el salón Broadway. Por la noche te encuentro en el comedor, en la mesa de al lado, y nos sonreímos, otra vez, aunque ahora ya de otra manera, ahora ya casi solamente con los ojos. Yo te miro cenar desde mi mesa de ruido, llena de estudiantes y cerveza. Tú desde la tuya, frente a una esposa que no habla y te mira distante, cargada de joyas y de pieles. Y me pregunto qué nos lleva siempre o casi siempre a agruparnos así, de esta forma sencilla y equivocada.

abril 07, 2009

04.04.09

"Dicen que hay vientos del sur capaces de hacer
que el hombre más cuerdo en la Tierra llegue a enloquecer."
De Con amor y absurdidad. Nacho Vegas

No sé por qué se oían a esa hora - tan temprano - de la tarde los vencejos. Pero sonaban con fuerza en una de las calles de la isla. Yo delante de una tienda de cuero y él ahí, hermoso, su rostro de belleza clásica, ojos claros, diciéndome: "Las hice yo." Imaginé entonces sus manos trabajando ese cuero, y a lo mejor lo notó - yo creo que lo notó - porque agachó la mirada. A ratos anulaba los vencejos un viento marino, de calle estrecha, de tienda de cuero en una calle escondida de Rodas. Me ruborizaba, no sé por qué, la existencia de esas sandalias, la presencia cercana de sus manos. Me sonrió tímido y deseé volver a escuchar algo de su boca y de su acento. Pero no habló. Yo miraba mis pies, los imaginaba desnudos, ciñéndose al cuero negro que sus manos hermosas habían cortado, cosido, en definitiva tocado. El viento no me dejaba pensar, no me permitía oírme, me desordenaba la ropa y el pelo y a él no lo tocaba. Fijé la mirada otra vez en los zapatos, cada vez más suyos, más bellos, que cada vez yo deseaba más. Me turbó ese exceso de deseo. Y en ese instante me fui, sin mirarlo me fui. No sé por qué, pero tuve ya toda la tarde, toda la noche, su imagen entre los ojos y un sabor en la boca - no sé por qué - como el que deja la culpa o el arrepentimiento.

02.04.09

Globalization is a weapon of mass destruction.

Parafraseando a Faithless

Tras el mármol de Éfeso, entre las casas blancas, más allá de la playa y las mezquitas, se ve a esta hora de la tarde y desde aquí una M monstruosa de McDonalds iluminada por luces que recuerdan la feria y se adivina también, en el interior de la ciudad, un Starbucks y un anuncio Vodafone y otros cientos de sitios con nombres internacionales, cercanos, reconocibles, para que se sienta uno siempre como si estuviera en casa.

30.03.09

Llegar a Estambul y que atardezca - 7.39 de la tarde - mientras a contraluz cientos de agujas - minaretes - y la radio en ese idioma sibilante y nubes de jóvenes, niños, cargados de dulces y de flores, rodeando con voces, cierta música, un coche detenido en un semáforo.