De todos los sitios elige el de al lado. Tiene las manos ásperas, las uñas cortas, la barba a ratos negra. Empieza hablando de idiomas, como si él supiera que los idiomas. Después hace listas de títulos de cine. Nombra a Truffaut y a Chaplin, dice que llora, habla de los genios. Entonces me muestra símbolos de paz y budismo que le cuelgan del cuello. Después sigue explicando la locura de Hitler y se aleja de Hitler pronunciando la palabra esoterismo. Me dice entonces que la diferencia entre un loco y un genio es la creatividad solamente. Lo miro de perfil y trato de concentrarme en el movimiento suave de la rueda sobre el asfalto para no sentir el vértigo o la náusea. Dice aquí si eres un genio un genio de verdad te cruficican y añade como a cristo. Me pregunto qué significa "aquí" cuando dice "aquí". Luego me analiza mirándome la cara y las manos, me doy cuenta de que me mira las manos. Y las siento desnudas y las muevo. Entonces dice tú no crees en nada y sabes lo que significa no creer en nada que en realidad podrías creerlo todo que estás abierta preparada para que te sorprenda el mundo que te sorprende el mundo eso significa tu no creer en nada. Le sonrío. Entonces me habla en francés como si adivinara lo que estoy pensando. Me salto la primera parada porque no me importa perder la primera parada, llegar en autobús hasta la siguiente y caminar hacia atrás el camino recién hecho. Me levanto, me tiende su mano áspera como quien te bendice. Me despido de pie mientras se abre la puerta y él sonríe y me dedica un guiño cósmico, divino, y al bajar, en la calle hay semáforos y una señora con bolsas que empuja y un perro pequeño dentro de un carricoche.