noviembre 26, 2006

Mes cauchemars



Prefiero no contarlo.

White Rabbit

Para ti.
Aunque ya te dije que no deberías leer esto.

No deberías.

One pill makes you larger
And one pill makes you small
And the ones that mother gives you
Don't do anything at all
Go ask Alice
When she's ten feet tall

And if you go chasing rabbits
And you know you're going to fall
Tell 'em a hookah smoking caterpillar
Has given you the call
Call Alice
When she was just small

When men on the chessboard
Get up and tell you where to go
And you've just had some kind of mushroom
And your mind is moving low
Go ask Alice
I think she'll know

When logic and proportion
Have fallen sloppy dead
And the White Knight is talking backwards
And the Red Queen's "off with her head!"
Remember what the dormouse said:
"Feed your head
Feed your head
Feed your head"

Jefferson Airplane

noviembre 25, 2006

"Does it worry you to be alone?"

Te he visto durmiendo en el sofá. La tele encendida golpeándote de luz la cara. Hay nubes. Aún no has quitado la mesa y te entra ese sueño que noto que a mí, a esta edad, ya se me contagia. Hacía tiempo que no hablábamos, que no me duchaba aquí. Aún no he deshecho la maleta. Para qué si mañana me voy. Y lo sabes, pero duermes delante de la tele y en la ducha he visto colgado tu pijama. No entiendo qué hace ahí. Pero lo descuelgo, lo doblo, lo dejo en su sitio y entonces recuerdo un olor. El vaso de leche caliente, y siempe llegaba tarde a la escuela, y me llevabas de la mano, y corríamos y me preguntabas: ¿el camino del cine o el de los coches? Y yo casi siempre, el del cine. Era más marrón - lo recuerdo marrón. En el de los coches, a veces, tenía que soltarte la mano. No me gustaba. Entonces me dejabas en la puerta. Todo el mundo había entrado - siempre -, y teníamos que llamar al timbre - tenías, yo no llegaba. Salía el conserje enfadado y tú antes de irte me limpiabas con la mano la boca. Entonces un olor. Porque a veces chupabas un poco uno de esos pañuelos con dibujos que hace años que no veo - no recuerdo - y ese olor, medio dulce, ese olor a saliva de mañana, de nubes, como hoy, y me lo pasabas por debajo de la nariz, y me dejabas - tu olor - de la mano del conserje y yo me iba, a veces gorro, abrigo rosa - qué horteras los niños de los noventa - e ir quitándome las manoplas blancas con las manos pequeñas - tan pequeñas - de camino a clase.

Al Norte de Nacho

Yo había tenido que correr. Vosotros ya me habías comprado el billete cuando llegué con la ropa un poco húmeda del sudor de invierno - este invierno que no es. Dos horas de autobús y los paseos entre palmeras. Comer a las cinco y sufrir mosquitos y río. Cuando el concierto iba a empezar - y no empezó - llevábamos ya seis horas de viaje, de esperas, y las puertas aún cerradas. Yo os dije que no recordaba haber sentido tanta impaciencia, ganas por algo, desde hacía mucho tiempo. No recordaba. Vosotros igual. Entonces entrar, entonces tan cerca, entonces él ojos cerrados, y tú sentada a mi lado, recordando noches en Eastbourne, lo que fue la única música en algunas playas. Un verano entero, tú y tus cosas, por suerte él a tu otro lado. Yo pensando en Berlín y tanta ausencia, lo que fue el coletazo de un verano a medias, medio vivo, medio muerto. Cómo me abofeteó septiembre, incluso octubre, y por eso Nacho. Porque Nacho siempre cuando apenas queda algo. Pero lloré y tú no querías tocarme, querías dejarme ahí - se oía tan mal - donde no importaba el sonido. Le dabas a él la mano y yo os sonreía, a veces - o pensaba en sonreíros, creo que no lo hice. A veces se me perdía su cara en esa niebla que dan las lágrimas. La vista turbia, y tú en medio de tanta agua. En medio, torcido, un poco deforme por cómo se ve a través del llanto, y sólo cuando conseguía encuadrarte ahí, justo ahí, abrías los ojos. Y los tenías cerrados, siempre, pero cuando te metía en mitad de mi verano, de lo que fuiste en mí, entonces lograba verlos abiertos. Aunque no. Abiertos. Le dije a ella - te dije a ti - Me siento despreciada. Nos desprecia. Nos canta como la chuparía una puta. Y tú me pusiste una mano en el muslo - ella, quiero decir - y me tocaste una mejilla, o los ojos, no sé muy bien. Luego habló un poco y ya no os miré más. Os dejé en vuestros besos, de vez en cuando, en cómo os dabais la mano. Quise estar sola con él. Quise que supiera que estaba enfadada, que me oyera quejarme por todo lo que hizo, por cómo nos despedimos antes del avión él y yo en mi cama, y Nacho de fondo, de lejos, sin saberlo, mientras él y yo en mi cama sabiendo que no, que esta vez no. Porque no sabe de cómo tú en Barcelona y yo llamadas a medias, ahora sí, ahora no
y ahora que te oigo llorar en lugar de ir hacia ti me vuelvo a anestesiar
No sé si te gustó esa letra. Yo lloraba cada vez que sonaba sin ti. No sabe nada, ni tiene que saberlo. Luego fuimos al Beat después del plano y la tristeza, huir de un concierto como de una pena, aunque más llenos.
me levanté hoy tan poco inspirada que aún no entiendo qué hago aquí
Y entonces luces de camerino en el aseo y vosotros en los taburetes negros y yo escribiendo notas en una servilleta.
Nacho vendrá luego.
Decían todos.
Nacho va a venir.
No te esperaba, Nacho. No estaba esperándote, por eso me fui, nos fuimos. Por eso tiré la servilleta al suelo, en medio de la acera, en el camino que seguiría minutos después la aspiradora gigante, peluda y negra que iba escupiendo, tragando agua dos calles más atrás. Ya la oía cuando solté el papel. Ya podía oírla.
Entonces el autobús de tres de la mañana. Ella y yo nos dormirmos escuchando Nice dream, creo. Le dije que no me apetecía Nacho. Demasiado reciente. Ahora no, te dije. Él roncaba dos asientos más allá y tú lo mirabas. Yo llevaba toda la noche echando de menos.

noviembre 22, 2006

Mes rêves

No sé por qué lo llamo así - quizá por cómo te temblaba el pulso, por cómo me pediste agua. No sé por qué he soñado contigo (con él, no con ella) - Marc-André Grondin, ¿de quién es ese nombre? - quizá por eso de lo que veníamos hablando por mi calle, la acera de mi calle - yo no tengo calles -, casi llegando a mi portal, a mi casa. Quizá por eso me crucé con Marc-André en el sueño, en la acera, una acera de día, una acera de ir yo mirando pasos - no acostumbro a -, de ir yo mirándome los pies, en lugar de los rostros y de repente encontrarlo. Será por eso, por lo que estuvimos hablando antes de irme a dormir. Es muy posible. Pero me crucé con él y yo tarareaba:
Though I'm past one hundred thousand miles
tarareaba y al cruzarme contigo, tú la segunda voz, más agudo, tú y ese gesto que les nace a algunas caras cuando saben, cuando empiezan a cantar.
I'm feeling very still
And I think my spaceship knows which way to go
Tell me wife I love her very much...
she knows,
Me he despertado así... no sé por qué. Me he despertado así, y aún estoy de buen humor.

noviembre 17, 2006

Greenaway es un gilipollas

"¿Sabes? - le dije - . No tiene principio.
Es como pensar en una ópera de Ramones
construida sobre la fuga bemol de un gato.
No tiene principio y no existe un símbolo
que conjugue la macroestructura del silencio
con el diez por ciento de nuestra felicidad.
Aunque quizá tengas razón si crees
que hay algo más que razones políticas
en la caza de gritos y en la guerra
de todos los puntos que componen nuestro aleph:
imagínate, por ejemplo, en un traje amarillo...
Queda claro, así, que respirar es otra forma
de aprender a despertar hacia adentro
y que - como tal clave de interiorización
implica - el sueño nos recuerda y mi ente
cuando concibe el aire como viaje.
Volvamos de nuevo al comienzo. Observa
cómo no es necesario el wendepunkt
ni el "que te follen, tío". Date cuenta
cómo, al hablar del aire, Bachelard
resbala etéreamente y distorsiona
la idealidad innata de los pájaros
en la poesía, cómo es muy fácil
que haya hipopótamos respondiendo a tus preguntas
y cómo se aleja a puñados el infinito
y cómo hay ecos en el estómago afilado
del horizonte y cómo en griego... etc."
Ella dijo: "Se te olvida nombrar a Greenaway."
Andrés García Cerdán

Y el cartel de Greenaway (su nombre, cuántas veces) envolviendo el Sgt. Peppers. Gracias por el vinilo. Ya suena en mi salón. Cuando oí el feliz cumpleaños aún me estaba secando las lágrimas que traía de la calle, de cuando veníamos tú y tú a tu casa para que yo durmiera, para que descansara, para esta (re)presentación del libro, de nuevo, un pueblo. Hoy. 19.30. Aquí. La escritora muleña... la joven escritora... carteles en algunos locales. Lonely hearts. Suenan aquí, en vinilo suenan distinto. Fue divertida la noche, la fiesta, que aún me estuviera secando las lágrimas que traía de la calle cuando oí el felicidades, el sorpresa, tal vez, no lo recuerdo, todo estaba oscuro y tenía una mano - mi mano - en los ojos - secándome los ojos. No esperaba nada, lo juro. Él y yo - tú y yo - veníamos de la calle, tú lo sabes, veníamos de que yo llorara agarrada a una cabina, porque a veces lloro así, yo sé de tu paciencia, pero a veces lloro... Veníamos de que yo llevara la maleta - y tú: déjame llevarla a mí, por favor, y yo tirando de ella aunque me doliera la espalda, aunque pesara, quería llevarla yo, te dije como un bebé enfadado. Déjame que la lleve. Y yo enfadada, furiosa, llorando después de la cabina y tú: por qué, mañana tu libro, el sábado cumpleaños, déjame que te lleve el equipaje. Y entonces llegar a tu casa, y yo decir: No, no me apetece que haya nadie - porque oí voces, fue lo único que oí - y abrir la puerta y cómo se olía a cera, a vino, a vosotros, a todos en el salón con las luces apagadas, a ti se te cayeron las gafas, tú gristaste sorpresa a destiempo, yo venía ya llorando de casa, no fue la emoción, no sé qué fue. Pero gracias por el vinilo, por libros y películas, por Mafalda, por vos-vos, las fotos de Eastbourne, El Extranjero, Camus en el autobús. Tengo frío. Gracias por el vino, por la noche. García Cerdán y vuestras letras del otro lado de Greenaway. Gracias por Octubre - y por noviembre. Tu - mi 19 cumpleaños, decíais. Sí, poeta, me encantó tu dedicatoria. También la tuya, la vuestra. Y Nacho, y las invasiones extraterrestres. Gracias por todo, y el concierto. Es que estoy temblando y ya no sé si es de anoche, de frío. O de los nervios porque faltan dos, tres horas para que.


noviembre 13, 2006

noviembre 05, 2006

Lucio


Lucio (3): //2. Cada uno de los lagunajos que quedan en las marismas al retirarse las aguas.
(Si Alberto me leyera hablando de marismas...)
Lucio es un hombre sin huesos, dices tú mismo, Lucio, creyéndote hombre. Un hombre invertebrado - y esa frase es tuya, Lucio, gracias, Lucio - que me hizo llorar con ciertos versos. Llorar, Lucio, tú que siempre pensaste que sólo tengo sentimientos de papel, de personajes y otros rostros, lloré, Lucio, lloré por mí, por ti en estructura de alambre tendida. Lucio... se me hace tan difícil no llamarte por tu verdadero nombre, el único. Pero no importa. Ya no sé si eres mujer, qué es ser mujer. Es tan difícil que te llames a ti misma, a ti mismo como si fueras otro. Y sí... me causaste acaso un pequeño leve sufrimiento. Hay frases tuyas - no voy a decir Lucio, estás tan lejos llamándote así. Lloré como se llora cuando te duele algo. Y te leí entonces delante del espejo - siempre los espejos. Gracias, - no voy a decir Lucio -, yo no sé qué más decirte.

Domingo

Y todos los días parecen domingo... Te dije.
Y tú me dijiste que Morrisey se me había adelantado.
Everyday is like Sunday,
everyday is silent and grey.

noviembre 04, 2006

Le parapluie


Es tan sucia aquí la lluvia... Se nota en cómo andamos, cómo nos miramos, como si no nos perteneciera. Esta lluvia de nadie, que ha sido, seguro, nacida en otro país - no es nuestra - en otras regiones, otros cielos, y viene a morir aquí, en el sitio más de sed, menos de agua, más de barro. Y cuánto barro. Cuatro días con los pies mojados y el pelo pegado a los ojos, a la cabeza. Siempre olvido el paraguas. Siempre digo que olvido el paraguas porque no quiero llevarlo. Y la gente agarrada a esas alas de hierro, le parapluie, y cómo paseamos por el Sena aunque no era el Sena, aunque apestaba a mugre de espuma y verde, aunque no era el Sena y patos con alas sucias, le parapluie. Tengo los dedos como si no pudieran olvidar ya lo mojado, que fueron de agua, una noche, antes de tocar el timbre y estornudar con los dedos helados mientras pulsaba el dos en el ascensor. Tengo así los dedos, como si temblaran, y no tiemblan. Tienen memoria de lluvia y estos días de nubes a la altura de los ojos, de la nariz y la tos. Cuánto anhelar un invierno. Y el vaso caliente que no llega, que llega, y a veces tu cuarto es un costado del otoño, y otras tortura ese ruido de tan verano, tan de tiempo que no acaba de venir. Y cuaja en el asfalto ese charco de aires, de otros vuelos, cuaja y se hace limo - tu limo - y hieren los pasos como agujas de plata, que brillan a golpe de luz, luz a ras del suelo y el parpadeo lejano de algunos coches en mitad de esta nube de niebla, este blanco que respiramos, en estos días, este blanco más gris, más de otros cielos - eso ya lo he dicho - que de aquí, sobre nuestras cabezas. Qué sucia es aquí la lluvia, a pesar de todo, a pesar de amarla, de querer sorberla y besarle los ojos - a la lluvia - como ella me los besa - besar es una palabra fea - a mí.

noviembre 02, 2006


Tú necesitas que siempre haya alguien observándote. Y me acuerdo de Kundera (cuánto tiempo. Y Kundera y la gravedad, levedad del ser y lo que fuimos). Alguien obsevándote. Willy Ronis aún en Santa Teresa. Cuando he pasado por la puerta camino a la estación no había nadie. Observándome. Willy Ronis. De Santo Domingo a la Circular una masa entera, llena de flores y santos y cervezas en algunas terrazas. Willy Ronis en ese centro, ese lugar de exposiciones... No me acuerdo del nombre. Y yo cruzando gente con una mochila - dos días pegada a una mochila - camino a la estación. He sentido ganas de volver. Tu cuarto verde. Ganas de girar sobre mí misma y dejar de andar en vano, de vuelta, a esta casa que recordaba menos vacía. Tila doble. Eso no sirve de nada, me dices, y yo te hablo de cómo engañarse a uno mismo, de algunos trucos y el vaso caliente, quemando entre mano y mano. Siempre necesitas que haya alguien observándote. El Bessie nunca fue Bessie para mí. Storyville, en todo caso. Nunca Bessie. Me sentía extraña esperando en el portal. Miraba el reloj, el termómetro del jardín de La Fama y pensaba: Si a las 00.43 no está, me voy. Y estuviste. 00.38. Menos mal. Sabes que detesto el tres, amo los ochos. Sabes cómo tenemos que esperar a veces para cruzar la carretera - aunque esté verde el semáforo - hasta que cambie el número enorme, amarillo, de algunos relojes de calle. Entonces cuatro. 4. Entonces cruzar, decidir mejor, incluso tu cuarto - tu cuarto verde, aunque blanco - y pensar sin temer que salga todo mal. Me encontré un puñado de treses hace unos días en la calle. Anoche era tan raro, tan cómodo - 00.43. Ahora, quiero decir. - era tan cómodo - decía - acercarme a la barra, preguntarte con señas si te pido otra y tú enseñándome el vaso aún lleno de cerveza. Date prisa- bebía más rápida ayer - y traerte un vaso nuevo y tú hablándome de cuánto te cuesta negarte a Deep Purple y que si no fuera yo, si fuera otra, si no te importara o no fuera tu amiga, ya te habrías ido a bailar. Me río de ti y tu música y te digo que somos nuevos. Y tú qué lujo que una escritora, el cuento y las sábanas. El puzzle. Kafka, dijiste. A veces me haces llorar, pero somos nuevos. Y era tan cómodo, todo el mundo vestido de otro modo, de ese modo en que viste la gente y nosotros, tú chaqueta enorme, Joy Division, yo camiseta de embarazada - eso me dice mi madre - tú dices no podrías ir más guapa. Camiseta enorme, y ese peinado de andar por casa y recogerse el flequillo para que no se manche, para no mojarlo, llenarlo de cerveza, de jabón. Repetí tu nombre en el baño azul. Cuatro veces. No tres. La cuarta fue sólo para repetir tu nombre. Me asomé al espejo de la pared azul - la del baño - y te dije mientras te sabía fuera y oía algo así como Led Zeppelin gritando babe, I'm gonna leave you. Y yo tu nombre, el espejo, la pared azul... Babe, babe... El cuarto tan verde. Y la foto de Dylan sobre ti. Tú y el rock cristiano, el verbo odiar en tu voz suena extraño. Odiar y yo hablando de Bob como si tuviera algo a favor, sólo porque tú en contra, y luego elefantes que descubren su propia conciencia. Y entonces espera, voy a pedir otra.

I want a perfect body, I want a perfect soul


What the hell am I doing here? I don't belong here.

I wanna have control.

Radiohead