septiembre 29, 2009

Noordzee


El concierto empieza un poco más tarde de las cuatro. Te preguntas la química que compone la luz. Ese rayo exacto da en el centro justo de la H de Yamaha del piano de Annelies. Ella sonríe. Te preguntas qué química compone la materia de la que está hecha la boca con la que Annelies sonríe. Jessica al otro lado. Hace falta mirarla durante poco tiempo para darse cuenta de cómo tiembla sobre las cuerdas la carne tierna de sus manos. Han cubierto las ventanas con una cortina negra. Pero eso no impide la luz. Ese rayo exacto atraviesa el único lugar de la ventana que no ha cubierto nadie, que alguien ha dejado olvidado. Esa porción solar que tú percibes como si viniera de un universo que nadie ha conocido todavía. Jessica está nerviosa y no sabe que en menos de dos horas se acercará a pediros salir con vosotros en una foto porque "you look so happy". Es la primera vez que alguien se acerca diciendo que pareces feliz, que parecéis felices, los tres así sentados, con el vaso en la mano y en los brazos y la boca el recuerdo de la sal. Jessica no sabe que quizá estáis tan limpios, casi puros, porque hace unas horas el Mar del Norte, porque habéis purgado algo en el agua fría del Mar del Norte. Algo que nadie ha dicho pero los tres sabéis y que os late en silencio y ahora respira en calma gracias al agua fría de ese mar. Jessica es la única de toda la sala que se da cuenta de eso y que no sabe cómo nombrar así que dice: "You look so happy." Y es cierto. Le pides que te deje ver la foto y es cierto. Sonreís sin euforia, sonreís con el recuerdo de la arena y la sal. Sonreís como pensando el recorrido preciso que hace esta tarde la luz para acabar en el centro de la H de Yamaha del piano de Annelies.

septiembre 17, 2009

Rentrée

APRIL is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land, mixing
Memory and desire, stirring
Dull roots with spring rain. (...)
T.S. Eliot. The Burial of the Dead

Se ha dicho ya de todos los meses que son el mes más cruel. Pero hoy yo creo que es septiembre. O no. Cruel no es la palabra. Llueve siempre el 1 de septiembre. En los parques hay ahora el silencio nada más. Son las 8 de la mañana a este lado del Sambre y hay más coches y más lluvia y se ha quedado el mundo como una feria cerrada, abandonada en el barro, con la suciedad de una gasolinera, o esa atmósfera triste que cubre todas las estaciones de servicio. Los niños hacen cola en las escuelas públicas. El verano se da oficialmente por muerto. Y llueve para recordarnos que el verano, la extensión inabarcable del verano, también se acaba. Y hace frío en los ojos y en los pies y hay que taparse bien la boca con un panuelo de cuadros y cubrir con el impermeable el asiento de la bicicleta. Ocurre todo eso, y aunque no se vea, se nota en las horas y en la luz. Los estudiantes han vuelto. Hay gente en algunos cafés a las once de la noche. Tienen exámenes y celebran sin alegría los aprobados en el barrio universitario. Todo eso pasa y se nota mucho septiembre, se nos nota en las caras y en los gestos, en la manera en que ahora movemos las manos o la lengua. Todo es distinto en septiembre. Septiembre recuerda con lluvia e insistencia que la extensión inabarcable del verano, eso que parecía sin fin a principios de junio, se acaba también

septiembre 06, 2009


"New York is cold but I like where I'm living."
L. Cohen

La casa entera huele a café. Es completamente domingo en la casa. Él fabrica algo con las manos cerca de la luz. Un dibujo, una carta o un cigarro. Ella hace mermelada en la cocina. El cuerpo del gato sobre mi propio cuerpo. El vinilo de Brassens amplificado por sus cuatro altavoces de alta calidad. Cerrar los ojos y escuchar es estar en el centro del domingo. No tenemos hambre. No comemos. Él dibuja y bebemos café. El gato respira con una tranquilidad casi humana. Lo noto vibrar sobre las piernas, darme calor. A veces todo cobra esa fuerza. La música va más allá de la música y pienso que esta calma se parece al silencio. Sé que el tiempo existe todavía porque a ratos me llegan las campanas. La catedral cubierta de nubes, la cúpula verde de la catedral es lo único que recuerda que el tiempo existe todavía. Él termina el dibujo y abandona la luz. El gato sigue respirando como si él también lo notara, como si para él también fuera de esa forma domingo y lo supiera y respirara así tranquilo en su existencia y en las erres de Brassens.

septiembre 02, 2009

Múm


No sé por qué, me sentía como si nunca hubiéramos estado más vivos. Ni yo, ni ninguno de los demás, de todos los que llenábamos ayer a las 8 de la tarde el Botanique de Bruselas. El concierto estaba acabando y de repente la música se convertía en ruido. Era imposible existir fuera de ese ruido. La mitad del público se tapaba los oídos con las manos. La otra mitad no. La otra mitad disfrutaba con el casi dolor que producía en las membranas. Yo pensaba que no habíamos estado más vivos nunca. No sé por qué. No sólo yo (yo estaba convencida de no haber sido hasta ese momento totalmente consciente de la palabra existencia), sino todos los demás. Era como si todos el mismo cuerpo. Parecía así. Mi piel encajaba exactamente con la del desconocido que tenía detrás y con la de la chica de delante. Encajábamos todos con una precisión celular. Éramos. Daban ganas de sobrevolar ese conjunto de átomos y acariciarlo desde arriba. A veces se aparece la belleza, se hace carne. Y esa carne era nuestra. Lo sentía bien cuando notaba las respiraciones como una sola, cuando entendía perfectamente el movimiento de la gente con la que mi cuerpo limitaba, no limitaba, era el mismo cuerpo. Y recordé en ese momento al pueblo de Orphalese y El Profeta de Gibran: "Pero vosotros sois la eternidad, y vosotros sois el espejo." Y durante unos pocos instantes en que la música fue perfecta todo eso Existía y era así, parecía así, y nosotros éramos la eternidad y nosotros éramos el espejo.