octubre 15, 2006

Emmenez moi

C.R.A.Z.Y.
Creo que a mí me gustó más que a vosotros, creo que también yo la lloré de otra forma. Tenemos criterios distintos, es verdad. Ahora yo también voy a clases de Introducción al Cine y me da miedo dejar de llorar con
C.R.A.Z.Y.
Y caminas rápida, en sentido contrario al de todos esos borrachos que vuelven ahora a casa, y tú te levantas, te vas, sin equipaje y con los billetes en el bolsillo.
Me gustó por Zac (¿era Zac?) por la música y David Bowie y Pink Floyd y esas letras del Canadá Francés, o francesas pero en Canadá, y cómo todo se ralentizaba a veces. Fue por todo eso.
Y caminas rápida porque tienes prisa, sueño, anoche película y casa, ahora caminas, casi corres en dirección contraria a todos esos jóvenes que se ponen en cola para preguntarte la dirección. Una cola de borrachos a espasmos de alcohol y tú diciendo, oiga, señor borracho, aquel ha llegado antes. Y te preguntan: ¿La plaza de toros está por aquí? ¿Voy bien en esta dirección para llegar al río? ¿A cuánto queda el hospital Rodríguez Mesenger? ¿Morales Meseguer? Sí, Rodríguez Mesenguer. Y una vez organizados, sigues rápida hasta la estación. Algunos aún te miran, con las caras amarillas y ojeras de ocho de la mañana. Tuvo que ser una buena noche. Y tú en casa, en cine, bueno, anoche en casa.
Y lloré en mi butaca por algunas notas, algunos despertares, por esa forma tan reconocible de cantar frente al espejo, por no saber si esto, si lo otro, porque también yo soy una adolescente.
Los billetes seguros en el bolsillo de atrás. Los billetes en la mano. Igual que a veces sacas las llaves una manzana antes de tu portal, igual que a veces sacas el bolígrafo un piso antes de llegar a clase, igual que en ocasiones te preparas las monedas mucho antes de que te las pida la cajera, llevabas los billetes en la mano mucho antes de la estación.
Y esos gritos, y ese faire dodo, y todo ese nuevo idioma que ahora aprendo y esa época que no pude vivir. Ninguno de los tres pudimos, pero no sé por qué yo la añoro más, sé que yo la añoro más.
Y por fin la calle de la estación, tras pasar por las calles sucias, como mojadas, pero llenas de algo que se pega a los pies, al sueño, al pelo mojado tan temprano. Y es que era la primera luz, en realidad (amanece tan tarde estos días). Y Charada Jazz and Coctail más cerrado que nunca. Y la plaza que sólo vive de noche, de tarde, llena de árboles sin luz, aunque luz, prometo que estaban a oscuras.
Los setenta, digo. Setenta y algunas maneras de divertirse que ahora imitamos sabiendo de sobra que no es más que eso, un plagio sucio, ahora hay demasiado plástico, y cables, ahora ya es sólo una copia, aunque a veces confunde, sirve, basta.
Llegué a la ventanilla y la chica de la taquilla leía una revista con fotos en color y noticias de embarazos y divorcios. Embarazos que seguramente deberían estar prohibidos. Cuando digo
Buenos días
no sube la cabeza. Pasa una hoja. Cuando nota que me callo, que sigo ahí, entonces me mira, sin preguntar. Quería devolver estos billetes, por favor. Los coge, los mira mucho, me mira a mí y seguro que piensa que he llorado por eso, por el viaje, el no-viaje.
No sé por qué lloraba, tú me lo preguntaste al salir, pero no sé por qué tuve ese llanto. Ya te he dicho que era como nostalgia, una añoranza extraña, ese tiempo en el que no estuvimos, esa infancia tan distinta, ese decir desesperado, quiero ser como los demás. Y es que en francés todo me sonaba nuevo.
Me devuelve el dinero. Todo, a pesar de que según lo que pone en los billetes habría perdido el 20% por devolverlos dos horas antes de la salida. Pero no importa, ella sigue con la revista. Entonces me marcho, ya más despacio, en la misma dirección que los últimos borrachos. Ya no me preguntan, creen que soy uno de ellos, aunque con el pelo mojado y sin la cara amarilla. Se nota en que yo voy más abrigada, más de día, más en línea recta, pero ellos no lo ven. Así que vagan sin saber a quién preguntarle la dirección.
Quizá también era por el viaje, quizá eran esos vuelos y todo lo que no sea estar aquí, o en cualquiera de los sitios de los que reniego. Quizá sea eso, y no una película, quizá era sólo mi cabeza y la música de fondo. Major Tom y Hier encore. Algunas canciones. Quizá.
No sé cómo fue que fuimos. Aún no lo entiendo. Sólo sé verme en una estación y luego en otra. Y entonces la playa, y los días, y después la vuelta. Ayer la vuelta, una vuelta antes de tiempo y cómo fue que se nos ocurrió ir al final, explícamelo, porque no lo entendía mientras me temblaba el pulso cogiendo el teléfono en la estación de vuelta, arrastrando la maleta a patadas y comiendo a arcadas la primera comida del día, seis de la tarde. Explícamelo porque aún no lo entiendo, no entiendo bien cómo fue toda esta historia. La playa sí, el sur, el viaje, la ciudad de siempre, la misma gente. La estación no, ese llanto no. Me temblaba el pulso de rabia, quizá, y lloré fuerte, como creo que nunca antes había hecho estando sola en una estación. Odio las estaciones. Fui a tomar una manzanilla. Ya sé que no relaja, pero tenía una piedra encima, debajo del ombligo. Me pesaba y me hería aún más el llanto y me quedé sola en la barra, vigilando la maleta, casi sin ropa, sólo un libro enorme en ella, sabes cuál. Tenía los ojos tan hinchados que me costaba ver al camarero sin obligarme a abrirlos, ver bien dónde ponía el azúcar, cómo daba vueltas la cucharilla en la taza, ese ruido que tienen todas las barras. Me costó. Y llegué tarde y sin llaves y no quise decirte nada. No voy a decirte nada aún. Quizá luego. Y no me arrepiento de playas, ni de haber comprado de nuevo los mismos billetes, los mismos que devolví en la taquilla, dos horas antes, revistas y embarazos, esos billetes. Podríamos irnos otra vez.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lápiz:
Zac. Sí,era Zac. De camino al supermercado era Zac y una duda en la nuca. De otra foma, quizá, pero yo también la he llorado -y reído y,cómo no, cantado- De otra forma, quizá, que al final termina siendo la misma sólo que en distinta angulación, la otra cara de la moneda, como el relato de Cortázar.Era Zac y la sopa sin letras y el pan en ella, sacando o secando fideos aflote y una sartén y una siesta y son menos cinco y las prisas y las carpetas y cuatro semáforos. El tiempo medido entre luces rojas.
Gracias.

Anónimo dijo...

Lápiz:
El arte ya no busca la verdad sino la duda. Se ha dado cuenta de lo inútil de su propia existencia. De su carácter prescindible.

No te preguntes más. Descansa de ti mismo, me digo.

M dijo...

Descansa de ti misma.