marzo 12, 2007

Galileo

Éramos cuatro. Mi padre, dos conocidos que no recuerdo y yo. En el sueño todos sabíamos quiénes éramos. Esperábamos mucho y amanecía en esa estación tan gris. Esperábamos algo mirando todos los autobuses que venían y se iban y ninguno era el nuestro. Tratábamos de no dormirnos y hablábamos mucho. Y ninguno en era el nuestro. Yo a veces iba a por café a la cantina. Luego lo bebíamos y mirábamos tristes todos los autobuses. Y nada. Era un espera fría, extraña. Y nunca hablábamos de lo que esperábamos. A veces llegaba alguien, se sentaba, nos mirábamos todos, pero en seguida venía su autobús y el extraño se iba. Se iban todos menos nosotros, que nos cruzábamos de brazos y nos hacíamos para atrás en el asiento. Entonces yo decía: "Eppur si muove" y nos reíamos un poco, al principio. Luego la risa iba creciendo y yo acababa llorando de tanto reírnos y todos nos mirábamos como entendiéndolo todo y yo, sin apenas poder hablar, decía: Si en ese tiempo hubiese estado vivo Woody Allen, habría tratado de detener la Tierra. Y entonces aparecía Woody Allen en holograma, vestido de otro tiempo, corriendo delante de una Tierra de plastilina y daba vueltas como las dan los roedores en esas ruedas de plástico, y trataba de detenerla con barras de metal azules de esas que se usan para apuntalar las ruinas. Nos reíamos mucho, y los autobuses de fondo, y nosotros esperando, riéndonos tristes, y al despertarme me he encontrado mal.

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