Has llegado a tu casa,
y ahora, querrías saber para qué sirve estar sentado,
para qué sirve estar sentado igual que un náufrago
entre tus pobres cosas cotidianas
L. Rosales
Hemos hecho kilómetros sin centro. Los dos sabemos que la huida, recorrer las dunas la huida, quitarle las pilas a todos los relojes, no sé por qué esa manía compulsiva de quitarle las pilas a todos los relojes y pedalear hasta la frontera la huida o detenernos en estaciones de servicio para comer caliente y después quedarnos durmiendo con lluvia y agotados la huida. No sé por qué hay siempre ese niño que nos sigue, aunque estemos muy dentro de las dunas, con las bicicletas sucias y varadas, hay ese niño de los trenes y los parques, que yo sé que tú también oyes jugar, que es casi siempre el mismo, aunque cambie de forma el mismo, y nos sigue en las plazas y en el bosque mientras me enseñas los pasos de los ciervos, las raíces mordidas y los hongos venenosos que hueles y reconoces. No sé por qué tiene que estar ese niño siempre. De golpe me parece de lejos estar entendiendo algo, lo escribo en el cuaderno azul y me quedo de pie cerca de la ventana. Tú no fumas. Cierras los ojos. Me preguntas si llueve.
1 comentario:
De todos los sitios, yo también elegiría el de al lado.
Caties. Hay que poner CATIES
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