marzo 10, 2008

Gale warning


A veces es tarde en Edimburgo, no tan tarde, y se puede estar en un pub de Cowgate escribiendo en un papel amarillo: "Vivre sa vie". A veces en la barra alguien te pregunta el nombre o saca conslusiones de tu acento y te habla de la química en el sur de Norteamérica. Entonces suena Pink Floyd y dos hombres de abrigo negro se acercan con una Strongbow en la mano y te explican despacio la diferencia entre "quick" y "fast". A veces en Edimburgo hay vida, hay alguien de manos heladas tocando una guitarra en la calle, hay una nieve muy tenue, un perro grande lamiendo tobillos. Pero luego hay que volver, siempre hay que volver. Hay que recorrerse no sé cuántos cientos de millas hacia el sur, mirar la lluvia, y volver, estar aquí. Y estar aquí es la fiebre, el agua, un cartel en el ascensor que dice: Peligro. Fuertes vientos. Estar aquí es sentirse como una mosca atrapada en el cilindro de un vaso, como "un abejorro dentro de una botella."

marzo 05, 2008


Desde entonces está todo mejor. Yo creo que es el silencio. Se puede estar triste, se puede estar cansado, pero a veces no hay nadie en la cocina y si cierras los ojos delante de la sopa se oye en el quinto o en el sexto alguien gritando cumpleaños feliz en una lengua de Europa del este. Y después recoges, sólo oyes el ruido de tus manos, sólo el agua sobre la loza, y al cerrar el grifo alguien repite muchas veces la palabra samba a la altura del asfalto, ahí donde debería estar la calle. Y no sabes. Hay esa calma en los pasillos, alguien que cierra con cuidado una ventana, una nota de "I bought some milk for you" en el frigorífico y una mujer de Picadilly a Tower Hill con una corteza de plátano entre las manos llevándola como quien lleva un animal muerto.