noviembre 22, 2008
noviembre 19, 2008
18/XI
Cumplir, cumplir años, empezar el día, la noche, con una película francesa y recordar otros días dieciocho. Recordar, por ejemplo, a la madre entrando con una cinta vieja de Moustaki diciendo me la regaló tu padre. Tú cogiendo apuntes de instituto, vistiendo ropa de instituto y la madre emocionada con Moustaki a las 7.38 exactamente en el reloj del equipo de música. Entraba toda la luz que podía entrar por los agujeros de la persiana a medio abrir en una habitación aún cargada de ese olor que destilan los que duermen. Y la madre susurrando 17 ans con un francés perfecto. Recordar ese día dieciocho o un dieciocho muchos años atrás en el que lloras en las fotos. Ya no sabes si de verdad recuerdas ese día o lo recuerdas porque tanto lo han contado. Dos velas en lugar de tres, llorar hasta conseguir que quitaran una, que te convencieran de que el tiempo se detenía, de que dos para siempre. Y la gente: ¿Qué años tiene? Y tú: Dos. Orgullosa, con el testimonio irrefutable de las dos velas sobre la tarta, aunque tres: Sólo dos. Recordar otros días dieciocho. Por ejemplo el último dieciocho en París, paseando sus pasos, leyendo a Cortázar en un autobús oscuro, verlo a él fumar sobre la cubierta helada del barco, el frío, la tarta de manzana, el vino y los apartamentos llenos de estanterías. Cumplir un dieciocho en París y luego pasear con resaca el Sena y abrigos largos. Todo eso los días dieciocho. Recordarlo a él diciendo: Enhorabuena, todavía eres escandalosamente joven. Preguntarte qué es ser escandalosamente joven, hasta cuándo se es escandalosamente joven y el vértigo de siempre, la peur du vide, y él ayer a estas horas sobre esta misma cama explicando un agujero negro, algo sobre materia, o átomos, o elipses recorriendo el vacío. Hasta que lo echaste. Los echas, quieres decir, les pides un dieciocho a solas. Te encierras en el cuarto tras una película francesa y te pareces infinitamente niña, escribiendo a base de frases cortas y elipsis, siempre las mismas frases cortas y las mismas elipsis.
noviembre 15, 2008
noviembre 09, 2008
El síndrome de Estocolmo
En estos días que casi llueve, que casi hace frío o parece invierno, recuerdo aquel lugar como si quisiera volver. Recuerdo los días sin clase y subir andando al piso número doce. Me pongo la música que escuchaba esos días. Leo títulos de películas que vi entonces. Recuerdo con nostalgia, sin asco ahora, el color de los envases tesco value y me acuerdo de lo aterido de mis dedos sobre un manillar de bici. Me sorprende el engaño de la memoria. Me sorprende y me consuela decirme a mí misma que lo que me falta es la gente, algunos rostros, y no soy tan estúpida como para añorar ese lugar.