noviembre 09, 2008

El síndrome de Estocolmo

En estos días que casi llueve, que casi hace frío o parece invierno, recuerdo aquel lugar como si quisiera volver. Recuerdo los días sin clase y subir andando al piso número doce. Me pongo la música que escuchaba esos días. Leo títulos de películas que vi entonces. Recuerdo con nostalgia, sin asco ahora, el color de los envases tesco value y me acuerdo de lo aterido de mis dedos sobre un manillar de bici. Me sorprende el engaño de la memoria. Me sorprende y me consuela decirme a mí misma que lo que me falta es la gente, algunos rostros, y no soy tan estúpida como para añorar ese lugar.

1 comentario:

La paciente nº 24 dijo...

Tu territorio:
Ese silencio encallado que habla, como un tatuaje, duele y adorna. Pintas calles y casas, yo entro y salgo. Me quedo como una intrusa. A veces me dan ganas de leerte (más) o de saberte, no sé, pero he aprendido a llevar la literatura en el bolsillo o en la hoja arrancada de algún libro, de algún árbol. En el bolsillo de atrás, digo. Qué mal aprendo.
Me gusta tu territorio y tus hogueras.
Tus señales de humo y tu café.

Gracias por venir, a pesar del tiempo; ese payaso.