julio 12, 2009

Aquí también hay vencejos. Después de cuatro días de lluvia incesante, de oír los aviones despegar y no encontrarlos en esa masa gris que había ahí donde debería estar el cielo, ha parado de llover. Ha sido poco a poco. En realidad no sé bien cómo ha sido. Sé que de repente un calor en la nuca, un reflejo en la pantalla, cierta alegría desconocida. Y abrir las ventanas y dejar que entre el aire con olor a mojado, a tierra mojada, a los puentes mojados, a la Meuse mojada. Y entonces ese sonido familiar, acogedor, reconocible. Ese sonido sencillo y de verano, como si aquí hubiese llegado alguna vez el verano. Los vencejos. Me gustaría explicarlo pero no sé. Sólo sé que los vencejos.

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