noviembre 06, 2009

Derviche

No sé cómo explicarlo porque empezar a explicarlo es ya dejar un poco de entenderlo, de estar dentro, tan cerca. Detenerse y sentarse, hacerlo verbo, tinta, es ya volverse del lado equivocado. Aunque supongo que es inevitable, por la falsa esperanza (y sabes bien que falsa, por eso no entiendes seguir) de que dure aún un poco, de fijarlo, de dejarlo quieto. Mirarlo danzar, girar, girar sabiendo que él está en un punto justo del infinito que tú no conoces, que a lo mejor casi nadie conoce. Saber que él está ahí y que no está ahí. Verlo danzar y olvidar el propio cuerpo, y recordarlo tan solo porque hay algo caliente que te arde en la mejilla y que te baja a los labios y sientes el sabor a sal como si fuera el sabor primero de la tierra. Es imposible explicarlo. Explicarlo es casi hacerlo mentira, negar la belleza del rito. Pero cómo guardarse dentro el blanco de su ropa plegándose en el aire, casi empezando el vuelo. Cómo es posible haberlo visto y sentido la sal, escuchado la música en los poros, y llegar a la cama sin haber intentado antes hacer que aún dure un poco, que no se te olvide la paz de la danza, la claridad que tú sabías del lado de sus ojos, que a veces conseguías confundir con los tuyos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"com un viento largo que llega a mis pestañas, como una necesidad hacia tí". "Necesidad hacia ti". ¡Qué buen título, tía. ¿te acuerdas de cuando una ves te dije tía?

Ahora tengo que teclear mierebu. Es horrible. Lo estoy viendo y es horrible

Anónimo dijo...

Se parecen a las bailarinas de las cajas de música – si se les cambia el género-, girando siempre sobre un eje inexistente; engrasado. Luego se quedan, es cierto, dentro de los oídos, como el sonido de las sábanas tendidas en las azoteas cuando las acaricia el viento. Estambul, supongo, ahora tan sucio de turistas, aunque todos lo somos. Basureros y turistas, claro.

A propósito del 18/XI:

Regalar un jardín de luces, sin saber si un jardín de luces o una calle mojada, permitirme un sintagma en medio de su inercia. De pronto, recurrir a Saussure para decir algo poco solemne, ¿imaginas? Cronoscopios, carámbanos, gelatina, locomotora; repetir sólo sería posible en agosto, cuando los días se transitan como los perfumes que las personas dejan colgados en el aire con una pinza de olfato. No tuve otra cosa, se me ocurrió regalarte una persiana para tu cumpleaños, por si la del 18 de enero no te la hubieran arreglado.

Quise enlazarte un regalo sonoro pero duraba demasiado tiempo -59 minutos- y entiendo el tiempo; su falta.

Feliz cumpleaños, Eme.

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[Creí haber estado allí, igual quise decirte algo. Sí, creo que quise]

¡Qué largo! Prometo síntesis posteriores.

Anónimo dijo...

No es música, o no sólo eso; es una apuesta practicable: A todo o nada.

59 minutos

Anónimo dijo...

http://www.megaupload.com/?d=FXQXEK0Z


No funciona enlazando, no sé.