Vengo de escribirte una carta intangible. En realidad - perdóname - no la escribí para ti, pero tu nombre es el único que puedo nombrar. Te la he escrito en el lago, diciendo muchas veces querida Ada dos puntos - aunque no la escribía para ti. Lo he paseado descalza y hace la noche perfecta y ha sido insensato o imprudente pisar a oscuras las cenizas, el barro, los restos de un día de sol y fiesta que no me ha pertenecido, pero era tan triste ensuciar así los zapatos nuevos, y ha sido tan dulce, después, pisar el asfalto caliente, tierra firme, seca, sin escarcha. He visto, Ada, un montón de estrellas que aquí no tienen nombre. Sus nombres pertenecen a otro tiempo, a otros veranos, a una mano de padre sobre el hombro, explicando constelaciones, intentando convencerte de que no hay por qué temerle al universo. Me ha molestado verlas aquí - las estrellas, digo. Era como una intrusión, una cosa de otro espacio y en todo ese tiempo no he hecho más que preguntarme: ¿Estás borracha? Y no lo sé, Ada. De todas formas, me digo, el césped húmedo y los pies descalzos lo habrán curado ya todo. Un vino blanco de Mosel y un rosado de nombre ridículo que durante un momento sin tensión nos ha hecho reír de verdad. No sé si recuerdas, Ada, una camiseta negra, muy larga, con flores. Para mí esa camiseta significaba el verano. Ahora está rota, Ada. Tiene un tirante roto y no me ha importado nada ese tirante al pasear descalza y a oscuras entre los dos lagos. A veces creo que a la vida le gustaría vernos enloquecer. Le gustaría vernos pasear solos y a oscuras una dimensión de césped y cenizas con las sandalias colgando de dos dedos, el pantalón doblado hasta encima del tobillo y una camiseta que quería decir verano con el tirante roto, colgando espalda abajo. Me pregunto por qué pasan a veces esas cosas, pero he sonreído al pensarlo, al pensarlo en el lago, desde fuera, con el tirante roto y los pies en el césped. Una foto escondida, las cortinas echadas, la luz del flexo, todo el vino. Aún me pregunto: ¿Estás borracha? Y yo creo que no, yo me digo que no. Quizá un poco aturdida, quizá un poco pies mojados, quizá un poco mirando desde el lago las pocas luces que quedan en la torre. No sé, Ada. Te lo explicaré algún día, te lo contaré bien. Recuérdame que te hable de Bach y los silencios y una palabra que se escribe Wasserränder, o algo así. Ahora no lo entiendo del todo, pero a ratos sonrío y transcribo para ti esta carta intangible, la que te he escrito en el lago, aunque - perdóname - no la haya escrito del todo pensando tu nombre.
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