El saxofón nos salvó de la lluvia. Agradecías sonriendo que existiera ese saxofón. Convencerse de que no llueve, marcar tu número, despertarte, tal vez despertarte, pero saber que es imposible que esa canción suene sin tus orejas del otro lado. Que esa canción no existe si no la escuchas tú. Luego partir, decir que me voy aunque no quiera decir que me voy y marcharme despacio para oír aún en el camino a casa el sonido que llegaba de altavoces. Pero si suena Comfortably Numb hay que volver. Hay que volver porque hay tardes de agosto en que alguien escribe en el agua, en un mensaje sms o en el envés de una postal: Your lips move but I can't hear what you are saying. Hay que volver, aunque las piernas cansadas, aunque sepas que te esperan, que tienes que irte, hay que volver corriendo, pasar sin mirar a los de seguridad, apretar el bolso contra ti, convencerte de que no llueve - y es que no llueve - y escuchar Comfortably Numb de cerca, con las cuerdas vibrándote pecho adentro, con los decibelios naciendo del altavoz para ti, recorriéndote el tímpano y el umbral de audición, vibrándote en la lengua y en la boca. Hay que escuchar Comfortably Numb así de cerca, como si acabaran de inventarla, y gritar para dentro, como si le estuvieras preguntando a él: Can you show me where it hurts?
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