Si pudiera elegir, elegiría domingo por la mañana y la botella de vino a medias al lado del colchón (el colchón enorme, inabarcable en el suelo). Elegiría tú moviéndote sin ruido para buscar a Jeff Buckley y que sonara Hallelujah en tus cuatro altavoces dolby surround. Y despertarme así. Pero no es eso, eso sólo pasa a veces, eso sólo pasa una vez que no sé si recuerdas, si sabes aún que tengo nombre, ansiedades, ganas a veces de que sea otra vez domingo por la mañana y tu país. No suena Jeff Buckley y si sonara me irritaría seguramente, pensaría que esa versión hace cursi cualquier escena humana, que en una película sonaría demasiado fácil. Pero si pudiera elegir sé que elegiría ese momento, irme allí, directamente, a esa botella a medias y el pintalabios marcado en una orilla de la copa, en tu cara, en la almohada. El pintalabios marcando el territorio. Un territorio efímero, que dura un domingo nada más. Si sonara Jeff Buckley es posible que me echara a llorar por la necesidad de ese domingo por la mañana. No por la necesidad de ti, a ti apenas te recuerdo como sé que tú tampoco me recuerdas a mí. Por la necesidad de saber que no hay nada que hacer, que es domingo y es verano y llueve mucho fuera y no hace falta salir. Pero hoy ya no es Jeff Buckley, es un sábado sin promesas y Jota que dice: "Pero no habrá más preguntas porque ahora todos están muertos."
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