No sé por qué, me sentía como si nunca hubiéramos estado más vivos. Ni yo, ni ninguno de los demás, de todos los que llenábamos ayer a las 8 de la tarde el Botanique de Bruselas. El concierto estaba acabando y de repente la música se convertía en ruido. Era imposible existir fuera de ese ruido. La mitad del público se tapaba los oídos con las manos. La otra mitad no. La otra mitad disfrutaba con el casi dolor que producía en las membranas. Yo pensaba que no habíamos estado más vivos nunca. No sé por qué. No sólo yo (yo estaba convencida de no haber sido hasta ese momento totalmente consciente de la palabra existencia), sino todos los demás. Era como si todos el mismo cuerpo. Parecía así. Mi piel encajaba exactamente con la del desconocido que tenía detrás y con la de la chica de delante. Encajábamos todos con una precisión celular. Éramos. Daban ganas de sobrevolar ese conjunto de átomos y acariciarlo desde arriba. A veces se aparece la belleza, se hace carne. Y esa carne era nuestra. Lo sentía bien cuando notaba las respiraciones como una sola, cuando entendía perfectamente el movimiento de la gente con la que mi cuerpo limitaba, no limitaba, era el mismo cuerpo. Y recordé en ese momento al pueblo de Orphalese y El Profeta de Gibran: "Pero vosotros sois la eternidad, y vosotros sois el espejo." Y durante unos pocos instantes en que la música fue perfecta todo eso Existía y era así, parecía así, y nosotros éramos la eternidad y nosotros éramos el espejo.
4 comentarios:
lo que cuentas es vampírico. una mitad tapándose los oídos y la otra en comunión.
No. Taparse los oídos era la comunión también.
ok.
'lo que cuentas es vampírico. una mitad tapándose los oídos y la otra en comunión y esa comunión era completa (y vampírica) porque la otra mitad se tapaba los oídos también en comunión'
me ha quedado escolástico.
ENORME
[Perdona, tenía que decirlo]
Nº 24
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