Me fijo en el humo de las cosas calientes tratando de que la noche no se convierta en otra prolongación de la noche. Intento desde todas las millas de distancia no convertirme ahora en el opuesto exacto a lo que conoces tú. Trato de no dejarme llevar ni por la química ni el sonido molesto que hace en la noche a veces el ruido de los otros. Dices tú que ahora escribo como si fuera una mujer serena, más en calma que antes, y me hace sonreír en medio de la noche pensar "serenidad" o el sustantivo mujer. Aún existe la música - me digo -, jugar a que el dibujo sin motivo del mármol se convierta de golpe en un rostro de facciones perfectas, la pantalla repetida de los televisores, en un escaparate, dando a la misma vez la cara de cerca de J. D. Salinger. Existe la radio a cualquier hora, gente que no duerme porque es de día aún en su hemisferio, y luego están los insomnes y a lo mejor un turista en Nepal (me cuentas tú) masticando sal contra la altura.
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