noviembre 22, 2008

Vuelves, no del todo, pero vuelves, me haces sentir que vuelves. Verte ahí, con ella, veros, oírte de nuevo hablar, nombrar cenizas. Dices: "De mí queda tan solo la estructura de mis células." Y no te creo. Soy feliz de observaros. Me hace feliz observaros, me alivia, suaviza temores, me cura los ataques de tragedia. Vuelves diciendo: "Eres fuerte porque sobreviviste a campos de suicidación". Le sonrío a lo que dices. Hablas igual que haces poesía. Recuerdo tu poesía y me hace feliz que exista y ella sentada a tu lado en un sofá color granate. Ayer fue un poco volver. Fue un poco aterrizar de verdad, ahí donde lo habíamos dejado. Verlo a él, camisa roja, saberlo cerca, vivo, lleno de Borges y nombres de países. Saberlo por dentro. Mirarlas a ellas hablando sentadas, vaso en la mano, señalar una palabra en un libro, reírse juntas. Y verte a ti, ella a tu lado y tú en un sofá color granate. Veros a los dos como el uno que siempre habéis sido. Disfrutar de esa paz, llevo todo el día recordando esa paz, cerrar en el sofá los ojos, bajo la manta, y verla a ella dándote un beso en la mejilla, mirándote con ojos, con boca, con las manos mientras yo recuerdo la pintada de un muro porteño que ya no existe: "Volvé, Julio, qué te cuesta."

2 comentarios:

La paciente nº 24 dijo...

…Y yo que siempre he pasado de las azafatas te doy mi entrada.
- Por aquí, señorita, la acompaño.
Te sigo. Desde la espalda se escuchan tus tacones, y su sonido me da una dimensión exacta de la medida de tus pasos, porque si hay algo exacto en esta vida; probablemente sea tus pasos. Me acomodas y sonríes, de esa manera automática y profesional que poseen (casi) todas las azafatas, pero que yo hago mía en ese momento. Te alejas, dejándole al suelo el nombre de tus zapatos y su eco se mantiene durante un largo rato. Vuelves al pie del cañón o al pie de un abrazo. Te quedas dentro, esta vez. Las luces se apagan y te miro durante unos segundos, tal vez un minuto, te veo observando, a lo que se ha convertido ya, en tu público. Una falda más, unas medias más, un regalo más, un “por aquí” habitual y repetido. Pero Mahler, siempre Mahler, haciéndonos cómplices de un Re menor, de un cumpleaños o de algo.
Me quedé con una cosa tuya; el roto que hicieron tus dedos en mi entrada.

Mi Calatrava tiene cierto acento, una hora menos y un océano Atlántico.


Sobre este 22 de noviembre: Tu mirada es grande, supongo que ya lo sabes.

Ofelia Waltz dijo...

Volver como "hacés vos". Única. Infinita. Incomparable.

Admirada siempre, querida.

P.D. Disculpe usted el retraso...había tantas cosas, y mucha gente...