Siempre absolutamente siempre que he hecho algo que detesto en una barra decido descalzarme para hacer el camino de vuelta. O no he hecho nada que detesto, a lo mejor, pero me he cansado y he tenido la gravedad en los tobillos o en los tacones y he querido volver. Y mientras tanto bostezar, beber un poco del ron que te ofrecen, oírlo decir: Ella es la que se ha ido. Yo no entiendo el verbo 'irse'. Él explica la diferencia entre un vino seco y semiseco y finge que el vodka es vino y lo mira al trasluz y se mueve en su taburete. Decir: Lo siento. Adiós. Volver descalza. No sé por qué siempre que pasa algo así volver descalza. Aunque no pase nada. Aunque él siga cerca de la lámpara verde, mirando el vodka, jugando a que es vino o nombrando Túnez y otros lugares que desde los charcos de la barra parecen ser mentira o no existir.
1 comentario:
M, sí que existe Túnez en los charcos de una barra, justo allí, en los surcos de líquidos que dejan los vasos cuando los levantas y un día Reykjavík flota sobre un hielo inundado de Absenta, ahogado de Praga.
“Volver descalza”, es la manera perfecta de regresar a cualquier parte. Hermosa frase. Bello pensamiento.
Siempre estoy aquí, y no digo volver, digo siempre.
Gracias a ti.
La paciente nº24
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