marzo 14, 2009

Despertares

Si me despierto en medio de la noche,
me basta con tocarte.
A mi lado respira
tu cuerpo de hombre joven
como animal en la naturaleza.

De SI ME DESPIERTO EN MEDIO DE LA NOCHE.
J. A. González-Iglesias

Da igual cuánto tiempo hace que no vengo a la casa. No importa, siempre ocurre lo mismo o casi lo mismo. Me duermo involuntariamente en el sofá. Eso sólo ocurre aquí, esas siestas involuntarias que me inmovilizan durante horas. Cada diez minutos ha sonado el despertador. Cuando no sonaba, yo soñaba que estaba sonando. Cada diez minutos una inmovilización mayor, un dolor como el de llaga abierta de Umbral. No poder, de verdad, salir de esa postura de tristeza. El perro llorando con un llanto casi humano, de niño, porque estamos solos y porque no me reconoce y porque no le gusta que duerma a esas horas del día. A ratos me lame la palma de una mano. Tengo ganas de pedir auxilio, de gritar socorro. Pero hago un esfuerzo y me levanto, dos horas después, y me voy al patio y pongo mi esperanza en el sol. De fondo ruido de tambores y cornetas. Un ruido de infancia y calles a oscuras, de pueblo emocionado y saetas desde la ventana. Pero no lo siento. No siento el sol, quiero decir, ni percibo el sonido con todas las dimensiones que tienen los sonidos. Está el velo entre el mundo y yo otra vez. Detesto esos sueños involuntarios, la inmovilización del cuerpo y del alma a la hora de la siesta. El perro aún llora. En el baño, dejo caer una nube de polvos de talco en mi brazo y los huelo de cerca. Y siento la proximidad irremediable del velo, cómo me cubre, cómo me impide que los polvos de talco huelan a polvos de talco y signifiquen algo más que sólo una inolora sustancia blanca. Se me llena el pecho de una burbuja de aire. El perro llora y lo acaricio. Al perro no le gusta que estemos solos ni que yo me duerma en el sofá. Me dan ganas de juntar mi llanto con el suyo. En lugar de eso, busco algo en la despensa. Pero comer, de golpe, me parece obsceno o me produce náusea. Entonces me acude, sin razón, una frase: Vivre à deux. No como. Me siento en ese escritorio de infancia, de tardes de adolescente resolviendo ecuaciones o versos en latín, y pienso que a lo mejor todo ese consuelo, toda esa cosa que busco y que cura del velo y la campana de Plath puede hallarse nada más que en un à deux, como en los monasterios, en Godard, o en algunos poemas.

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