Porque la casa tiene que ser amarilla, tiene que ser una casa. Amarilla por dentro, de luz amarilla, quieres decir, quiero decir. Sí, y las ventanas importan, claro que importan, porque fuera a veces tendrá que haber poca luz, para que vibre todo lo de dentro, sin encender las bombillas. Poca luz, esa luz azul, lila, no sé de qué color llamarla. Esa luz. Y es importante, claro que es lo más importante la ventana. El piano quizá no quepa. No importa. Es necesario que haya lámparas de pie. Lámparas por todas partes, con campanas tupidas. Lámparas que den la luz que necesitas. A veces no ver nada, a veces ver. Y un salón de esos que cuando veo desde el césped de algún parque, añoro. Uno de esos salones en los que nunca he estado, porque desde dentro ya no son lo mismo. Sólo los he visto desde otros lugares, desde mi cabeza, pero sé decir muy bien cómo son, o cómo imagino que son. Tienen el suelo caliente, aunque tengas los pies fríos (siempre los pies fríos...). Moqueta, o alguna de esas cosas de suelos que hacen que no duela la lluvia en casa. Las paredes del color más necesario, del color que más importe. Una vez probé el azul. Cuánto azul. Me ahogaba después, después del olor a pintura y tantos sueños de mar, me ahogaba el azul. Quizá ahora es el amarillo. El color ha de ser el necesario. Lo marrón es también importante. Y cómo las cortinas dejan, no dejan entrar la luz. Porque cortinas, claro, esta vez, cortinas. La otra vez eran niños de parque, justo enfrente. Ahora eso es secundario, no espero mirar tanto la calle. Y necesitamos un balcón, claro. Porque a veces es tan necesario uno de esos cigarros para los que no fumamos... Una de esas botellas que sujetamos un poco torpes, por las anteriores, con una mano mientras con la otra marcas el ritmo en la barandilla de la melodía que susurras. Ese es el balcón. A veces con gente, a veces solo. Es importante el balcón. Se te mezclan los tiempos, las personas, y es que es verdad, que te ha hecho ilusión, es verdad. Por eso tienes miedo, miedo a marcar el número de la casa amarilla, la casa, y que te digan que lo sienten, otra vez. Esta vez de verdad deseas que haya hueco para ti. De verdad quieres. Por eso tienes miedo y no quieres hacerte ilusiones, pensar en salones y luces verdes, o de colores que aún no conoces, tardes distintas. No quieres, pero reconoce que esta vez
estás ilusionada.
estás ilusionada.
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