agosto 30, 2008
agosto 28, 2008
Dormir es imposible. No importa tres bolsitas de tila en un poco de agua caliente, no importa química blanca no sé cuántos miligramos. No se puede. Lo que era agradable hasta hace poco se hace repetitivo, demasiado, insufrible, insoportable. Nueva visita a la casa de una oreja a la otra. Y él: Y que no existieras nunca más. Y que no existieras más o algo parecido. Nunca se le entiende y menos a las tres y treinta y siete de no sé qué día de agosto y de calor. Imposible dormir. Miro fotos de lejos, no tan lejos, de un lugar que ahora parece de otra vida. Estás. Estáis. Ahora sois seres habitando otra franja horaria. O trabajando en un canal de deportes en televisión. Qué nos va a pasar de una oreja a la otra. Me pregunto algo inquieta qué nos va a pasar. Recuerdo una noche de allí, también de insomnio. Recuerdo esa canción o cualquier otra. Yo creo que era cualquier otra. Yo creo que Pink Floyd, Hey you, o cualquier otra, puede que cualquier otra. Recuerdo que entonces miraba fotos de este lado. El insomnio es terrible. El insomnio es sueño en todas partes menos en la cabeza. Se te cansan los ojos, los dedos, la garganta, pero la cabeza nunca. Sí, ahora estoy segura, Hey you, out there on your own, sitting naked by the phone, would you touch me? Sí, estoy segura, recuerdo: Would you touch me? Es el sueño en todas partes. Me lo noto en los dedos, en los ojos, en la lengua. Miro fotos de hace poco y en una esquina estás tú. Tú no sabes que estás, ni siquiera sabes que esa foto existe, que ahora habitamos otras franjas horarias y hay quien trabaja para un canal deportivo. Tú que tanto hablabas del hemisferio Sur y de Date Lines y de pasar la vida en una línea para no morir, para no envejecer. Ya no andén treinta y algo, no recuerdo. Ya no hay esperas, aunque las haya. Estás. Estáis. En una foto, en una esquina tú. Y multiplican el insomnio esas fotos de lejos, no tan lejos.
agosto 25, 2008
"The grass was greener
the light was brighter"
P.F.
P.F.
Varias veces estos días he sentido la nostalgia como si ya estuviera fuera. Quiero decir, he mirado una playa convencida de que esos días en los que la hierba era más verde y la luz brillaba más eran exactamente esos. He tenido conciencia al llegar a un camping y escuchar a uno de esos pájaros que en Grecia creen que dice: Dieciocho, dieciocho, para recordar a una niña los panes que comió y ocultó a su madre. He tenido conciencia al verte correr, camisa blanca, a través de un campo que amanecía. Y al verte caer sobre un montón de tierra, al lado una puerta rota, que parecía llevar a otro mundo, tierra abajo, pero era sólo una puerta abandonada debajo de un árbol. O al verla a ella, desnuda, sacudir una esterilla de colores y dos niños franceses en la arena mordiéndose los puños al ver aquello volar, retorcerse, ir y venir a golpe de viento. Lo supe también el día que tú buceabas, al otro lado de las rocas, y yo veía a ratos tus pies moverse, tu rostro salir a por aire, mientras me decía, cantaba por dentro a la sombra de una montaña enorme, virgen, blanca: "The grass was greener, the light was brighter."
agosto 13, 2008
Cabañuelas
Parece que va a llover. Sólo parece. No recuerdo la última vez que hubo este olor a tormenta, aquí. Por primera vez en mucho tiempo - a lo mejor desde la última lluvia - esta casa vuelve a escuchar a Silvio. Después de tanto tiempo, Silvio. Y a este silencio, a los límites de la casa, llega siempre un ruido de voces que sube del bar de abajo, de la ventana de enfrente, y que es como un bullir de chicharras, unos ecos de fondo, que dicen siempre lo mismo y apenas significan. Pero hoy, después de todo ese tiempo - a lo mejor desde la última lluvia o desde la última vez que Silvio - he tenido conciencia de barrio. He sabido que existe, que están, y lo simple que hace un barrio la rutina. La he oído gritar a ella, que es sorda y habla con su marido inmóvil: "Las cabañuelas, ya están aquí las cabañuelas." Y ha cerrado la ventana con un golpe de viento. Ha resonado en la calle, en los límites de esta casa, esa explosión de cristal y metal. Luego he salido de aquí, he olido a tormenta, he escuchado un trueno de lejos y al volver estaba él, él todo el barrio, sentado y viejo en el bar de la esquina. Yo buscaba las llaves, sujetaba la bici, yo mirándome en el bolso y él gritando lo de siempre, exactamente lo de siempre: "Ven aquí, Ojicosdegato, ven, que te voy a enseñar yo lo que no te enseña un joven. Ojicosdegato, mírame un poco y dame una alegría, anda, que nunca vienes." Y ya desde dentro, desde la casa, desde Silvio otra vez, aún lo oigo gritar: "Los jovenes no saben nada, Ojos de gato, déjame a mí que te enseñe y verás." Y después más cerveza - imagino por el silencio - y volver a hablar para decir: "Bienaventurados los perseguidos por la justicia porque ellos serán los perseguidores. ¿Me has oído, Ojos de gato? ¿Eh? No, ya no me oye."
agosto 12, 2008
Perseidas
Imagino la escena como si no la hubiera vivido. Estamos tumbados, a oscuras, yo carne de vuestra carne, entre los dos. Es como jugar a ser niños por un fenómeno celeste. Es distinto habitar esa casa sin luz, con colchones en el suelo, en el verdadero suelo, y metidos los tres debajo de un edredón con olor a humedad. Sagitario cayendo monte abajo y nosotros ahí, tapados como niños, mirando al cielo como niños, callados como niños. Hasta que de repente tú dijiste 'materia'. Debí advertirte: No me gusta la palabra materia. Sé que es estúpido, tú piensas que es estúpido, mi miedo a la materia. Ella en silencio, sin embargo. Y mientras, tú llamándome muy serio por mi nombre, diciendo algo de dios o el universo y yo llorando a oscuras, pidiéndote: Para. Me haces llorar a oscuras. Y tú sin detenerte, decías todo eso de materia, de big-bang, de millones de galaxias, de acabar con esos miedos, de vivir con los pies no sé dónde. Yo puse cara de notar la velocidad de la Tierra y fui a acostarme. Y ella: Son sólo las cuatro, ¿qué hacemos con el desayuno? Y yo sin oír, ya con el velo, queriendo nada más que pisar firme, huir a la cama.
agosto 06, 2008
Quedarse
Ahora ya no es ese lugar con agua que tenías entonces. Ahora es un sexto piso con vistas al cemento y calor en las ventanas. Ahora es tu habitación azul, las luces, Le Chat Noir coronando el salón. Te digo que tus espacios se parecen mucho a los míos. Jugamos a hacer memoria. A veces duele hacer memoria y nos callamos un rato mirando fijamente el té. A veces dices lo siento y yo no te miro, ni me atrevo a tocarte. Otras veces no duele y recordamos la playa, una canción, muchos días de agua que nos parecen todos verano desde este agosto. Por la mañana es ya como si no hubiera pasado el tiempo, como si el nombre del periódico en el que ahora escribes fuera el mismo de antes, como si aún leyeras el libro que leías aquel verano, ese verano de lejos, de los primeros dos mil. Destierro el sonido de despertador de lo que estoy soñando - y estoy soñando contigo. Sé que es a ti a quien tiene que despertar. Oigo el ruido de ducha, el ruido de café, de vestirte a mi lado y oler a nuevo y a limpio. Te oigo llamar a la redacción y decir en voz baja que llegas tarde, te oigo besarme un hombro, te oigo decir: Quédate si quieres. Yo no abro los ojos. Me muerdo algo por dentro y te oigo irte, cerrar sin ruido la puerta, oigo llegar el ascensor. Entonces me levanto. Recorro descalza la totalidad de tus espacios. Toco las paredes, su color, busco fotos de entonces y es así como te recuerdo. No me gustan tus libros. Me apetece algo de música, pero tampoco me gusta tu música. Bebo un café distraída, tras haber mirado mucho dentro de tu frigo, tus armarios. Se me ocurre una nota, pero no. En lugar de eso pienso en "quedarse", hasta dónde los límites de "quedarse", de ese "quédate si quieres", o "te puedes quedar". Hasta dónde. Me pregunto si hasta que salgas de la redacción, me pregunto si hasta la cena, o si otra noche, o si quedarse significa de verdad quedarse. Me imagino quedándome mientras recojo mis cosas. Me pregunto qué significa quedarse, dónde acaba ese quedarse, mientras apuro el café, mientras me ducho en la ducha en que tú te has duchado, mientras guardo en el bolso los libros, mientras camino bajo estos grados centígrados a la estación, y entonces entiendo que el sustantivo "estación" es el extremo opuesto del verbo "quédate".
agosto 01, 2008
Rescue me
Lo que promete el verano casi nunca se cumple. Ahora debería ser el aire acondicionado del arqueológico, debería ser una sala pequeña del de bellas artes y mi nombre escrito en mayúsculas en la solapa del uniforme. "Seis líquidos la hora", dijo él. Ahora debería ser eso y hoy la tienda de campaña, los conciertos sobre la gravilla, playas nudistas y la cena del sábado con mucha más gente y mucho más vino del que habrá. Sin embargo el verano lo acaba desnudando todo, dejándolo a medias o sin cumplir. Es día uno de agosto y no hay uniformes ni mi nombre en la solapa, hay repetir las frases en francés que suenan en los auriculares, hay decir muchas veces: Pouvez-vous me faire lever le petit dejeuner demain matin? Repetirlo como si significara algo y pasarse las horas en una cama deshecha con las manos en el pecho viendo pasar la tarde. A veces soñar un poco. Soñar siempre la misma playa, el mismo acantilado, que a veces mis pies saben volar, vuelan como si nadasen y te acabo encontrando todas las veces muy cerca de la orilla, cubierto el cuerpo de barro o arena y yo diciendo, sin sospechar que estás sordo de mi voz: Rescue me. Nunca miras. Lo repito mil veces, a susurros, a veces llorando: Rescue me, rescue me, rescue me. Pero me despierto siempre antes de que mires. Y me levanto sabiendo que es cierto, que te has hecho sordo a mi voz.
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