agosto 01, 2008

Rescue me


Lo que promete el verano casi nunca se cumple. Ahora debería ser el aire acondicionado del arqueológico, debería ser una sala pequeña del de bellas artes y mi nombre escrito en mayúsculas en la solapa del uniforme. "Seis líquidos la hora", dijo él. Ahora debería ser eso y hoy la tienda de campaña, los conciertos sobre la gravilla, playas nudistas y la cena del sábado con mucha más gente y mucho más vino del que habrá. Sin embargo el verano lo acaba desnudando todo, dejándolo a medias o sin cumplir. Es día uno de agosto y no hay uniformes ni mi nombre en la solapa, hay repetir las frases en francés que suenan en los auriculares, hay decir muchas veces: Pouvez-vous me faire lever le petit dejeuner demain matin? Repetirlo como si significara algo y pasarse las horas en una cama deshecha con las manos en el pecho viendo pasar la tarde. A veces soñar un poco. Soñar siempre la misma playa, el mismo acantilado, que a veces mis pies saben volar, vuelan como si nadasen y te acabo encontrando todas las veces muy cerca de la orilla, cubierto el cuerpo de barro o arena y yo diciendo, sin sospechar que estás sordo de mi voz: Rescue me. Nunca miras. Lo repito mil veces, a susurros, a veces llorando: Rescue me, rescue me, rescue me. Pero me despierto siempre antes de que mires. Y me levanto sabiendo que es cierto, que te has hecho sordo a mi voz.

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