abril 29, 2010


cifra.

(Del b. lat.cifra, este del ár. hisp. ṣífr, y este del ár. clás. ṣifr, vacío).

1. f. Número dígito.

2. f. Signo con que se representa este número.

3. f. Escritura en que se usan signos, guarismos o letras convencionales, y que solo puede comprenderse conociendo la clave.


Es posible que todo sea cifra: las mareas y los ciclos lunares, la vibración del agua sobre un gránulo homeopático, el genoma de la rana xenopus, Valente, los nervios en las hojas de un ficus común. Todo. Por eso no entiendo cómo hemos llegado aquí, cómo hemos podido equivocarnos tanto, cómo hemos logrado aniquilar lo simple, la belleza del número, las tardes sencillas de coser en la luz. La calma de las noches, esa forma exacta de cerrarse los días en dos manos unidas sobre una taza de té. Esta tarde dan ganas de comprenderlo todo, de ver la cifra desnuda, de mirar al pájaro hecho de letras o de códigos. Nada más. De detener nuestra correspondencia insana hecha de código binario. Detenerla para empezar otra vez y mejor. Más cerca, en otra parte. No lo sé pero esta tarde se aparece todo en forma de cifra tan solo y dan ganas de dejar nada más la matriz de las cosas, de mantener lo simple y recomenzar ahí. Si todavía podemos.

abril 09, 2010

Voie 5


Has llegado a tu casa,
y ahora, querrías saber para qué sirve estar sentado,
para qué sirve estar sentado igual que un náufrago
entre tus pobres cosas cotidianas
L. Rosales

Hemos hecho kilómetros sin centro. Los dos sabemos que la huida, recorrer las dunas la huida, quitarle las pilas a todos los relojes, no sé por qué esa manía compulsiva de quitarle las pilas a todos los relojes y pedalear hasta la frontera la huida o detenernos en estaciones de servicio para comer caliente y después quedarnos durmiendo con lluvia y agotados la huida. No sé por qué hay siempre ese niño que nos sigue, aunque estemos muy dentro de las dunas, con las bicicletas sucias y varadas, hay ese niño de los trenes y los parques, que yo sé que tú también oyes jugar, que es casi siempre el mismo, aunque cambie de forma el mismo, y nos sigue en las plazas y en el bosque mientras me enseñas los pasos de los ciervos, las raíces mordidas y los hongos venenosos que hueles y reconoces. No sé por qué tiene que estar ese niño siempre. De golpe me parece de lejos estar entendiendo algo, lo escribo en el cuaderno azul y me quedo de pie cerca de la ventana. Tú no fumas. Cierras los ojos. Me preguntas si llueve.

marzo 15, 2010

De todos los sitios elige el de al lado. Tiene las manos ásperas, las uñas cortas, la barba a ratos negra. Empieza hablando de idiomas, como si él supiera que los idiomas. Después hace listas de títulos de cine. Nombra a Truffaut y a Chaplin, dice que llora, habla de los genios. Entonces me muestra símbolos de paz y budismo que le cuelgan del cuello. Después sigue explicando la locura de Hitler y se aleja de Hitler pronunciando la palabra esoterismo. Me dice entonces que la diferencia entre un loco y un genio es la creatividad solamente. Lo miro de perfil y trato de concentrarme en el movimiento suave de la rueda sobre el asfalto para no sentir el vértigo o la náusea. Dice aquí si eres un genio un genio de verdad te cruficican y añade como a cristo. Me pregunto qué significa "aquí" cuando dice "aquí". Luego me analiza mirándome la cara y las manos, me doy cuenta de que me mira las manos. Y las siento desnudas y las muevo. Entonces dice tú no crees en nada y sabes lo que significa no creer en nada que en realidad podrías creerlo todo que estás abierta preparada para que te sorprenda el mundo que te sorprende el mundo eso significa tu no creer en nada. Le sonrío. Entonces me habla en francés como si adivinara lo que estoy pensando. Me salto la primera parada porque no me importa perder la primera parada, llegar en autobús hasta la siguiente y caminar hacia atrás el camino recién hecho. Me levanto, me tiende su mano áspera como quien te bendice. Me despido de pie mientras se abre la puerta y él sonríe y me dedica un guiño cósmico, divino, y al bajar, en la calle hay semáforos y una señora con bolsas que empuja y un perro pequeño dentro de un carricoche.

febrero 17, 2010

Querida Ada:

Llevamos casi meses sin vernos. Me pregunto a veces por ti aunque no te llame nunca. Ada, tú representas todo el mundo exterior. Y el íntimo. Y el propio. No sé si te has fijado en cómo este invierno no se parece a ningún otro invierno. No a los inviernos del sur. Este invierno recuerda los tejados en Londres. Esa lluvia invisible que no cae pero empapa, olvidarse los guantes en una silla del consulado, los avisos de tormenta, las noches del viento, las tardes de viento, pero sobre todo las noches de viento. No sé si tú te acuerdas de esas noches contadas en la libreta azul. Hoy ha vuelto de golpe la fuerza de esos días sólo por un olor. Un tarrito de aceites esenciales guardado en una caja de zapatos de hombre. Ha sido estar ahí y al volver ver que de golpe hay quien duda de todo, ya no cree. Ellos mientras tanto se mueven por la casa. La barren, la perfuman, la llenan de pan y de periódicos. Agradezco el sonido de pasos del pasillo. Agradezco la luz debajo de las puertas. Por eso te escribo, Ada, en representación de todo lo que no hay aquí dentro pero está, de toda la vida que se está moviendo fuera. Por ejemplo, ella acercándose con una taza en la mano para contarme que ha soñado con una nave espacial. O él en la cocina cerca de la ventana sirviéndose un vaso de agua al trasluz. De repente alguien habla del calor de los cuerpos. Te escribo, Ada, también porque eres tú el símbolo preciso de ese calor y de todos los sitios en los que no estamos.

febrero 06, 2010



Me fijo en el humo de las cosas calientes tratando de que la noche no se convierta en otra prolongación de la noche. Intento desde todas las millas de distancia no convertirme ahora en el opuesto exacto a lo que conoces tú. Trato de no dejarme llevar ni por la química ni el sonido molesto que hace en la noche a veces el ruido de los otros. Dices tú que ahora escribo como si fuera una mujer serena, más en calma que antes, y me hace sonreír en medio de la noche pensar "serenidad" o el sustantivo mujer. Aún existe la música - me digo -, jugar a que el dibujo sin motivo del mármol se convierta de golpe en un rostro de facciones perfectas, la pantalla repetida de los televisores, en un escaparate, dando a la misma vez la cara de cerca de J. D. Salinger. Existe la radio a cualquier hora, gente que no duerme porque es de día aún en su hemisferio, y luego están los insomnes y a lo mejor un turista en Nepal (me cuentas tú) masticando sal contra la altura.

enero 29, 2010

Han pasado ya veinte de las setenta noches de distancia. Los días han perdido la línea divisoria del sueño. Cada vez amanece unos minutos antes y agradeces sentir en las horas de coche el giro leve de la Tierra. A veces, temprano en las aulas mal iluminadas de un pueblo, sientes la campana de Plath agitarse por encima de ti, como si fuera a caer y dejarte dentro, respirar por los ojos, buscar el aire a movimientos de pez. Entonces es fácil tratar de volver a la madre, buscarla en los pasillos y en el olor a plancha caliente y el gesto amplio de doblar unas sábanas. Decir que vienes con la fiebre y el frío de la calle y sentarte de día, los pies contra la estufa, y repetir como un mantra en idiomas que no conoce (la madre no conoce) que este invierno está lloviendo siempre. Dormirte ahí, saber que duermes sólo porque se van alejando los sonidos de fuera y sientes sin embargo el latir cálido de los órganos internos. Por primera vez en tantas noches el único verdadero sueño profundo con los pies en la estufa y de fondo cayendo lentamente los ruidos de la casa, el olor de la casa, la melodía conocida de los instrumentos de la casa.

enero 09, 2010



Creímos ciegamente en la calidad indestructible de la casa. Sabíamos que estaba hecha de seres "maravillosos, como tú y como yo" y del resto de cosas irrompibles que formaban sus costados: la tierra, la fruta, el río, la verdad. Sin embargo ahora hemos llegado juntos al fondo del abismo. O se derrumba la casa y nosotros estamos dentro aún. Hemos tratado de detener la ruina con la fuerza de los cuerpos. Pero no. No ha bastado para aliviar la grieta irreducible que avanza en sus muros sin remedio, sin que ahora ya - porque ya es tarde - podamos detenerla. Somos cinco cuerpos con vida rodeados de escombros. O sin vida, o el escombro es la carne y la casa no existe. Al perder la estructura firme de la casa hemos perdido también la noción de la verdad. El amor a las cosas pequeñas. El movimiento exacto de la lengua sellando un cigarrillo. Están irreversiblemente muertas las plantas en el porche. El agua no es ya el milagro limpio y fértil que solía ser. No es más que otra molestia, la repetición constante de la lluvia sobre materiales de construcción sin forma, un montón de tejas y cemento apilado sin gracia sobre el barro. Escandinavia es un nombre que no volverá a existir, que jamás pronunciaremos, ni siquiera ahora que estamos solos, apoyados contra el muro, intentando creer que la casa existe, que nos cubre todavía, que no ha caído aún y que nosotros, los cinco, seguimos estando dentro.


diciembre 21, 2009

la duda


"I was six when I saw that everything was God, and my hair stood up, and all that," Teddy said. "It was on a Sunday, I remember. My sister was only a very tiny child then, and she was drinking her milk, and all of a sudden I saw that she was God and the milk was God. I mean, all she was doing was pouring God into God, if you know what I mean."
J. D. Salinger. Teddy. De Nine Stories.

Te miras los pies como forma pública de cerrar los ojos, de multiplicar sonido y tacto. Fuera ya de la música oyes entonces a la niña sentada en la silla de al lado susurrar al oído de la madre: "Mamá, entonces... ¿Al final todo eso de Dios es verdad o no?"

diciembre 14, 2009

Usted está (otra vez) aquí


De Baran queda una huella y toda esa lluvia encima. Latif la mira marcharse con la paz en el rostro del que ama por nada. No sé quién dijo dolor. A lo mejor también dolor, pero sobre todo la paz. Amar por nada, amar gratis aunque nadie, y me dirijo a ti, con tus propias palabras, sepa qué es postular. Me preguntas si tanto me absorbe hacer eso, besar unas manos, mirar a un derviche giróvago, tener ojos como los insectos. Y a lo mejor no me absorbe y en realidad lo que ocurre es que me alejo hacia atrás. A lo mejor lo que yo creía la línea recta hacia el rostro tranquilo de Latif viendo a Baran marcharse no es más que otro de esos bucles en el aire que no llevan a nada, no es más que la falsa sensación de geometría perfecta (y me dirijo ahora a ti con esto) que fingen en el suelo los pasos de peatones. Quiero decir que uno cree en esa linealidad aprendida en un lugar que no es éste, cree en las líneas rectas que se abren siempre hacia delante y un día, sólo porque llueve o porque la cota de nieve está a doscientos metros o porque "se me fue al fuego el borsch que había hecho para Horacio", o porque al abrir el armario del desayuno descubres que olvidaste comprar café, o porque del baño y los espejos no se va esa sensación de sucio aunque todo huela a desinfectante, te das cuenta del estatismo absoluto, de que todo es un punto en el suelo, una cosa quieta que no avanza, que a lo mejor ese amar gratis tampoco significa crecer, que a lo mejor no hay linealidad hacia el gesto en paz de Latif, sino que guerra y paz al mismo tiempo, que cada afirmación contiene su opuesta, que todo se multiplica en direcciones contrarias como en las raíces trilíteras de los verbos árabes. Escucho Songs for sad women sabiendo que me regalaste esa música sólo para regalarme un título, para decirme "alguien escribió música para ti y yo la he encontrado". Dudo. Creo que todo es culpa de las noches, y en los días retrocedo, vuelvo, involuciono.