noviembre 17, 2006

Greenaway es un gilipollas

"¿Sabes? - le dije - . No tiene principio.
Es como pensar en una ópera de Ramones
construida sobre la fuga bemol de un gato.
No tiene principio y no existe un símbolo
que conjugue la macroestructura del silencio
con el diez por ciento de nuestra felicidad.
Aunque quizá tengas razón si crees
que hay algo más que razones políticas
en la caza de gritos y en la guerra
de todos los puntos que componen nuestro aleph:
imagínate, por ejemplo, en un traje amarillo...
Queda claro, así, que respirar es otra forma
de aprender a despertar hacia adentro
y que - como tal clave de interiorización
implica - el sueño nos recuerda y mi ente
cuando concibe el aire como viaje.
Volvamos de nuevo al comienzo. Observa
cómo no es necesario el wendepunkt
ni el "que te follen, tío". Date cuenta
cómo, al hablar del aire, Bachelard
resbala etéreamente y distorsiona
la idealidad innata de los pájaros
en la poesía, cómo es muy fácil
que haya hipopótamos respondiendo a tus preguntas
y cómo se aleja a puñados el infinito
y cómo hay ecos en el estómago afilado
del horizonte y cómo en griego... etc."
Ella dijo: "Se te olvida nombrar a Greenaway."
Andrés García Cerdán

Y el cartel de Greenaway (su nombre, cuántas veces) envolviendo el Sgt. Peppers. Gracias por el vinilo. Ya suena en mi salón. Cuando oí el feliz cumpleaños aún me estaba secando las lágrimas que traía de la calle, de cuando veníamos tú y tú a tu casa para que yo durmiera, para que descansara, para esta (re)presentación del libro, de nuevo, un pueblo. Hoy. 19.30. Aquí. La escritora muleña... la joven escritora... carteles en algunos locales. Lonely hearts. Suenan aquí, en vinilo suenan distinto. Fue divertida la noche, la fiesta, que aún me estuviera secando las lágrimas que traía de la calle cuando oí el felicidades, el sorpresa, tal vez, no lo recuerdo, todo estaba oscuro y tenía una mano - mi mano - en los ojos - secándome los ojos. No esperaba nada, lo juro. Él y yo - tú y yo - veníamos de la calle, tú lo sabes, veníamos de que yo llorara agarrada a una cabina, porque a veces lloro así, yo sé de tu paciencia, pero a veces lloro... Veníamos de que yo llevara la maleta - y tú: déjame llevarla a mí, por favor, y yo tirando de ella aunque me doliera la espalda, aunque pesara, quería llevarla yo, te dije como un bebé enfadado. Déjame que la lleve. Y yo enfadada, furiosa, llorando después de la cabina y tú: por qué, mañana tu libro, el sábado cumpleaños, déjame que te lleve el equipaje. Y entonces llegar a tu casa, y yo decir: No, no me apetece que haya nadie - porque oí voces, fue lo único que oí - y abrir la puerta y cómo se olía a cera, a vino, a vosotros, a todos en el salón con las luces apagadas, a ti se te cayeron las gafas, tú gristaste sorpresa a destiempo, yo venía ya llorando de casa, no fue la emoción, no sé qué fue. Pero gracias por el vinilo, por libros y películas, por Mafalda, por vos-vos, las fotos de Eastbourne, El Extranjero, Camus en el autobús. Tengo frío. Gracias por el vino, por la noche. García Cerdán y vuestras letras del otro lado de Greenaway. Gracias por Octubre - y por noviembre. Tu - mi 19 cumpleaños, decíais. Sí, poeta, me encantó tu dedicatoria. También la tuya, la vuestra. Y Nacho, y las invasiones extraterrestres. Gracias por todo, y el concierto. Es que estoy temblando y ya no sé si es de anoche, de frío. O de los nervios porque faltan dos, tres horas para que.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lucio:

y tú también

Anónimo dijo...

Lápiz:

idem (aunque también puedo utilizar códigos HTML)

M dijo...

Lucio quiere hacer daño, para que el dolor, al menos, sea suyo. Lucio puede no ir a mi fiesta de cumpleaños ni dar señales de vida a pesar de que yo quería verte recitando algunos versos. Y estuve a punto de decir tu nombre. Tú no eres dos, Lucio, Lápiz. Tú no tienes derecho a mandar a Espejel a callar, a concluir lo que puede que sea sólo porque duele, porque daño. Lucio no sabe lo que quiere pero no quiere que se lo digan. Pobre Lucio, yo corriendo, pelo mojado, a la orilla del río para verte recitar algunos versos. Y luego nada. Y luego pegas, gritas. Siempre insultas, Lucio, Lápiz. Y estuve a punto de decir tu nombre.