noviembre 05, 2006

Lucio


Lucio (3): //2. Cada uno de los lagunajos que quedan en las marismas al retirarse las aguas.
(Si Alberto me leyera hablando de marismas...)
Lucio es un hombre sin huesos, dices tú mismo, Lucio, creyéndote hombre. Un hombre invertebrado - y esa frase es tuya, Lucio, gracias, Lucio - que me hizo llorar con ciertos versos. Llorar, Lucio, tú que siempre pensaste que sólo tengo sentimientos de papel, de personajes y otros rostros, lloré, Lucio, lloré por mí, por ti en estructura de alambre tendida. Lucio... se me hace tan difícil no llamarte por tu verdadero nombre, el único. Pero no importa. Ya no sé si eres mujer, qué es ser mujer. Es tan difícil que te llames a ti misma, a ti mismo como si fueras otro. Y sí... me causaste acaso un pequeño leve sufrimiento. Hay frases tuyas - no voy a decir Lucio, estás tan lejos llamándote así. Lloré como se llora cuando te duele algo. Y te leí entonces delante del espejo - siempre los espejos. Gracias, - no voy a decir Lucio -, yo no sé qué más decirte.

2 comentarios:

Alberto Espejel Sánchez dijo...

lució hermosa la palabra marisma escrita por tu puño y letra, o bueno, por tus índice, anular y teclado

Anónimo dijo...

Lápiz:

No deja de resultarme raro, rozando casi el exotismo, que aún hable de cosas hermosas. Ahora, en plena posmodernidad, cuando todo es, si es cuestíón de ser -¿por qué el Ser y no más bien la nada?- sujeto y repetición o deriva,híbridos y yuxtaposiciones. La poshistoria, ahora. Todo murió en mil novecientos o en algún campo de concentración alemán. ¿Qué diría Greenberg?

No sé por qué tuvo que romper este silencio en blanco, ni con qué derecho, no hay turno de ruegos no preguntas. Para usted no habia nada dicho.

Respecto a M, quizá sea mejor no decir nada, como antes, como siempre. ¿No recuerdas?:quien calla otorga, aunque aún no sepamos muy bien el qué.