diciembre 29, 2006

Bigmouth strikes again

No sé qué ha pasado. No sé qué he hecho, o qué quiero decirte ahora. Supongo que tenía tantas ganas de escucharla, cantarla o gritarla, y al fin he podido, pero estoy sin ti, y te guardo algo así como rabia, rencor o un amor inmenso, nunca lo sé. Creo que se me olvida que tengo más vino en el estómago que en la sangre. Un vino sin después. Creo que ahora no es el momento.

diciembre 26, 2006

Sé que te gusta esta foto

aunque yo no entienda por qué, aunque siempre te diga que las gafas me sacan de quicio los ojos, que esa no es mi mano. Sé que te gusta esta foto,
aunque yo siga sin entenderlo.

Me gusta el verde

Mi querido Lápiz:
esta entrada es para ti. Haces que sienta que soy más grande de lo que soy. Los dos sabemos que no es nada. Quesito amarillo. Haces que sienta ganas de colgar la foto de un puente y una mañana de paseos con aire en el pecho. Aire dentro del pecho, no sé si recuerdas. Ahora me encuentro casi igual, pero estoy en casa, y hay luz (porque cosen, dices, aunque ya no cosan), y calefacción, y a los dolores de cuello ya estoy acostumbrada. Iba a escribirte hoy. Correo privado, convencional. Iba a hacerlo para hablarte de revistas, materiales, impresión. Tengo que enseñarte algo que me han publicado un poco lejos. Quiero que lo veas porque tú harás que sienta que es bueno, aunque no lo sea. Gracias por Lil y Gago. Gracias por leer todo lo que lees como si fuera algo de verdad. Hoy estuvimos jugando al billar como si supiéramos. Entonces yo me acordé de Newman y Cruise. Luego me he sentido mal, quizá por la cafeína, y he querido estar en casa. Y ahora estoy en casa. Y entonces me siento mal, quizá por la cafeína. Y no sé dónde quiero estar.
Nunca he entendido la imperfección aunque supongo que creo que tiene algo que ver con la muerte. Pero nunca he entendido
Perdón
Nunca has entendido que se caigan copas de vino y quede roto el cristal y él le saque una foto de luces amarillas y te quede un vidrio roto entre labio y labio y te lo quites mirándote mucho el dedo, extrañada del vino, preguntando por sangre. Nunca has entendido que las cosas estallen en mil pedazos o que te salgan ojeras si tienes gripe. Nunca has entendido que la belleza sea frágil, bastante difícil es creer en la belleza, la leve sensación, a veces, de poseerla o crearla, o haberla hallado, en bruto, en medio de un libro, un fotograma, algún acorde. Por eso no entiendes que se rompan botellas en los suelos de los bares y se te resbale un pie ebrio y pise allí donde estaba el salto, el agua etílica, ese charco de barro y pies sucios, y caer entonces más con las manos que con otra cosa y recogerte a ti misma y quitarte el cristal del meñique y comprobar la movilidad de la muñeca y pasarte ya la noche llorando. Y que nadie comprenda por qué tú no puedes entender que la gente tropieza, la gente cae, las cosas se rompen y la belleza es más efímera que frágil. Era sólo eso.

Una carta

The hand that wrote this letter
Sweeps the pillow clean
So rest your head and read a treasured dream
I care for no one else but you
I tear my soul to cease the pain
I think maybe you feel the same
What can we do?
I'm not quite sure what we're supposed to do
So I've been writing just for you

They say your life is going very well
They say you sparkle like a different girl
But something tells me that you hide
When all the world is warm and tired
You cry a little in the dark
Well so do I
I'm not quite sure what you're supposed to say
But I can see it's not okay

He makes you laugh
He brings you out in style
He treats you well
And makes you up real fine
And when he's strong
He's strong for you
And when you kiss
It's something new
But did you ever call my name
Just by mistake?
I'm not quite sure what I'm supposed to do
So I'll just write some love to you

David Bowie

diciembre 23, 2006

Concierto para violín y piano (o ellos: dos)

Ellos


Disculpad.

No temas, pero anoche había que releer el barro

(...)
“Voy a ducharme”, dijo ella. Él levantó un poco la mirada y se colocó bien las gafas. Se estaba durmiendo. “Voy a ducharme”, dijo ella. Y la miró sonriendo un poco, callado, para después ponerse de lado y sujetar el libro con una sola mano.

Mientras se inundaba la bañera, atascada, vieja, se iba poniendo el agua negra y ella se frotaba con fuerza y jabón el pelo para que no quedaran restos. Mientras le corría el agua por los muslos y las piernas, pensaba en qué quería decirle. No sería fácil. Realmente hay cosas que no es tan importante decir, que no es tan importante callar. Pero lo peor es sentir que uno es mentira. No que los demás lo sientan, lo peor es sentirlo en uno mismo. Entonces le costaba acostumbrarse a la aspereza del barro entre los dedos de los pies, acostumbrarse a tocarse la cara si sabía que no era verdad. Y además, cobarde, una cobarde mentira que ahora se subía a la pata coja sobre una báscula de otro tiempo. La aguja inestable por su desequilibrio y finalmente dejar caer el pie en el suelo y apoyarse en la mampara de la bañera y mirarse los pies desde allí. Ni siquiera miró la cifra que marcaba la aguja temblona.
(...)
Dos. El barro.

9ºC

Me emocionó que sonara esto en el coche. No sé bien por qué. Quizá por el frío o la resaca. Ahora la escucho, la leo y pienso en ti.

LA PLAYA
El verano que estuviste en la playa,
y yo estaba solo en casa
sin saber lo que pasaba,
y no me llamaste ni una sola vez.
Y me preguntaba que estarías haciendo,
y me mataban los celos
cada vez que alguno de estos
me decía cualquier cosa sobre ti
Y me fui hasta la playa
para ver lo que pasaba
y te estuve persiguiendo
comprobando si era cierto
lo que todos me decían sobre ti.
Un verano que fue una pesadilla,
Si me acuerdo,me duele todavía
Y pensaba en destrozarte todo el tiempo.
hasta que te oí diciendo,
cuánto me echaste de menos
y que no te habías podido despedir
Porque nunca pasa nada
nada como esperaba
Cada vez que intento hacerlo
apereces justo en medio,
y salta por los aires
cuanto planeé.
Intentando olvidarme cada día
y acordándome el resto de mi vida
un verano que fue una pesadilla,
si me acuerdo me duele todavía
Me duele todavía.
Los Planetas

Tantas cosas

Últimamente vivimos en casas sin luz, pero estamos allí porque podemos ser juntos. Comemos sólo hasta quitarnos el hambre y guardamos los restos hasta la noche
o el día siguiente
entonces no salimos jamás de lo oscuro, de ese salón de luces tibias
y a veces tan de hielo
y a mí se me llenan las horas de un tiempo sin tiempo, un tiempo a medias, un tiempo encogido, de átomos, lleno de días sin comer, o comiendo sólo para quitarnos el hambre, vamos a los bares por el precio y no por la música ni la calidad del alcohol, sólo a los bares que parecen tabernas, y botellas de vino en vasos de otro tiempo, o sólo bares donde sale a un euro la caña y podemos jugar al ajedrez
- estoy harta de perder sin ver más allá de lo que muevo -
y entonces nosotros paseando en lugares sin precio, o yo haciendo fotos de río y jurando que no volveré al marco del espejo y pidiéndote perdón y recordándote en esa sala de espera y lo frías que tenías las manos y cómo nos rompimos y cómo te dije
amor, dos puntos,
y cómo todo lo demás, y esta semana ha sido así, todo lleno de horas y llantos que no esperábamos, y las mandíbulas tan apretadas, y tu cama distinta, y todo distinto, y no es el mejor momento
- qué resaca -
sé que no es el mejor momento para hablar aquí, para hablar de todo, sé que debería dormir
- o callar -
sé que debería maldecir la Navidad y sus horas, sus nieves, el crepitar de una chimenea de infancia y una silla en la que ya jamás podré volver a sentarme
- no es nostalgia, no te enfades -
no te enfades nunca, no te enfades hoy, no te enfades anoche porque me pierdo y crees que me he ido para no volver
- sólo estábamos jugando al ajedrez, pero no del modo en que jugamos tú y yo, era mucho menos que eso -
no te enfades el miércoles por la noche cuando temo y te lloro y tú me traes a mí con los labios en mis sienes
no te enfades mañana cuando leas esto, o el día en que puedas leer sin dolor, no te enfades porque verte así, ojos pequeños, manos heladas, bufanda hasta más abajo de la cintura, no te enfades porque verte así me pone triste
- tan triste -
y ahora no tengo el cuerpo para tristezas, me lo dicen los ojos medio cerrados, la torpeza de las teclas, dudar de alguna tilde o si esta palabra o mejor la otra, ser consciente de que no, no lo estoy haciendo bien, ni estoy escribiendo bonito, pero
amor, dos puntos, esta semana ha tenido tantas noches
no te dejes convencer por mis ausencias, no dejes que tema ese temor que alimentas entre los ojos
- se te ponen tan pequeños -
no te dejes temer, no te permitas dudar, y sé que debería decírtelo, seguramente, más tarde, en otro sitio, y no hacer de esto un trozo de letras, lo que hago siempre, tú ya sabes que si ahora pudiera pensar, si no tuviera que respirar con la boca abierta, estaría muy enfadada
enfadada como para subirme a la barra
- y no a esa mesa llena de botellas y vasos a la que me subí -
subirme a la barra y patalear como sólo tú me has visto patalear a veces, y tirar cristales, como los que rompimos, ya no me acuerdo dónde, sé que todos nos miraban, como cuando meamos
- y tú no measte, tú siempre mejor, menos vergüenza, más discreto -
como cuando meamos en mitad del bar lleno de tunos y botellas que me metía en el bolso
- creo que las perdí -
y todo se hizo un charquito de orines nuestros, de los tres y sus sombras del otro lado de la puerta, y vosotros haciendo una barrera para que nadie me viera, para que no supieran que eso no se hace, que para algo están los baños, que parece mentira que hayas trabajado en bares
- sé que no había que hacerlo -
pero estaría enfadada como cuando me enfado de verdad y golpeo tu mesa blanca y tiro al suelo la carpeta azul, o doy con el puño en tus cristales y después me tiro a tu almohada para recuperar la calma, enfadada como para subirme a esa barra sucia en la que todo se puso feo, en la que tú creíste perder, y gritarle a todos que dónde, joder, dónde coño está mi novio, que quiero respirar, que necesito balcones, o alturas, me hubiese subido a la barra y hubiese tirado cristales, botellas hasta que todos se apartaran y entonces sólo quedaras tú, en esa esquina invisible, aislado y prohibido como tú sentías que estaba yo
y todo el mundo mirándome como cuando me miras tú, como cuando te pregunto si piensas que estoy loca y entonces me siento fatal y me derrumbo y respiro cerca de tu cuello para poder volver a respirar, exhausta
- cansada de mí -
pero no te enfades así, no te enfades como me habría enfadado yo, no lo odies a él como yo la hubiese odiado a ella, ni me llores a mí como te hubiese llorado yo, no me hagas que te explique cómo fue todo, no me preguntes, no me pongas los labios en los míos y me digas justo eso que te pedí que no dijeras
- tienes derecho, tanto derecho -
pero ojalá entiendas que sólo tú
amor, dos puntos, sólo tú porque estos días, estas noches, han sido tan extraños, que ojalá entiendas que yo contigo, tú hablándome de sentir y yo sintiendo en ti, o no en ti, no importa, y después las canciones de siempre y querer volver a cuando todo estaba bien
- sé que hay días en los que todo está bien y no me levanto como me levanté hoy -
sé que hay días en los que no sueño feo ni te tiemblo entre las piernas, sé que hay días en los que todo es más que nunca, más que antes y entonces sabemos volver, y esos días son anoche, anoche tú hermoso, tú ojos tristes y luego grandes, tu cuerpo y el colchón, sé que no sabes bien ahora si estás enfadado o triste, pero sé que nada de eso vale la pena.
Ahora tu ausencia.
Ahora estos días entre tú y yo, a presión. Días entre nosotros que no deberían estar
y te estará echando de menos esta luz, y te estaré echando de menos en noches que ya no espero extrañas
- no tan extrañas, por favor -
y que no pueden ser iguales si no comemos del mismo aire, si no habitamos las mismas casas, esos espacios oscuros, que a veces huelen a fruta, y en los que siempre parece de noche, siempre de noche, quizá por eso a veces pierdo los días,
te estaré echando de menos.
Y es tan cierto que sólo tú...

diciembre 10, 2006

Vosotros



Es cierto que venir aquí me pone, a menudo, un poco triste. Me pasa siempre que vengo y siempre es demasiadas veces. Pasa que a veces estamos juntos, juntas, y noto que todo está a la fuerza. Que compartimos, algunas, una infancia, y después borracheras, humos de bar y estas calles de pueblo. Pero este pueblo es dos. Es festival de jazz y obra de teatro, y a veces calles llenas, y casas con calefacción y olor a ropa limpia. Y luego este pueblo es sábado y todo plagado de perfumes de sábado, de ropas de sábado que ninguna de las que lucen piernas y escote a bajo cero habrá comprado a menos de treinta kilómetros de aquí, tan poca ropa aunque este frío. Y nosotras bebiendo en los mismos parques de aquellas noches, y todas lejos, me pasa a veces, siempre que estamos juntas. Y hoy yo miraba la pizza medio con hambre, medio con asco. Me preocupaba de hacerle gestos a la camarera para que acertara con el momento de la tarta, y las chicas del cumpleaños y su sorpresa y cómo yo miraba el plato y a veces vuestras caras, ya un poco rojas por el vino - ¿hoy no bebes? no, no tengo ganas - y luego la calle, y miraros los pies y no reconocer vuestros zapatos viejos, y quedarme un poco atrás y que alguna preguntara dónde he estado este tiempo, y luego no sé de qué hablábamos, tal vez de viajes, no recuerdo, pero ya no he podido más y he hecho algo que no había hecho nunca antes - supongo que porque normalmente estás tú, está ella, trozo de infancia mía, suya, que ayudas tanto a que me ría de todo esto, a que finjamos que cantamos blues con caras de gato o a improvisar noches cualquier lunes en mitad de algunas huertas con lobos, o lo que creíamos que eran lobos, carricoches y cerveza. Pero hoy tú en Cádiz y cuánto lo noto. Hacía tiempo que no estaba aquí sin ti. Y cuánto lo he notado hoy... Cuánto lo noto. Entonces ha sido la huida. Ha sido sacarme unas monedas del bolso y decir que iba a hacer una llamada. Quedarme algunos minutos delante de la cabina y ensayar, sin monedas, un par de veces, el número de socorro. Al final lo he hecho y he vuelto a casa sin despedirme. Menos de las doce. Por suerte ellos, un hogar, en los sillones y la calefacción, el olor a ropa limpia y cualquier película en blanco y negro en la tele. Os he sonreído. Me he sentado, hemos hablado. Por suerte eso, y yo buscando las zapatillas viejas, la ropa que me queda en esta casa, debajo de la cama, con la espalda al aire allí donde no llegaba el pantalón y ese frío del suelo tocándome el centro de los riñones. Faltaba una. Entonces alguien ha tirado una piedra a la ventana. Entonces yo me he quedado ahí, cerca del suelo, de la tierra, del frío de la losa y las marañas de pelusas, de no barrer. Otra piedra. He apretado los ojos y me he quedado quieta. Que nadie viera el movimiento. Se han ido. No sé quién era, pero se han ido. Me he tirado en el colchón y me he sentido mal por la huida. Pero es que tan lejos... Ahora tan lejos... y os he sabido rojos de vino, en la puerta de algún bar, bebiendo bebida traída de casa. Y os he sabido ahí y me he alegrado de mi cama, las cortinas, una zapatilla solo - y yo corriendo descalza tras la otra en la boca de esa bola mamífera de pelo y babas que me ladraba jugando. Cama y teclas. O teclas y cama. Y no importa si es sábado, o me duele el frío en los huesos, o ellos se preocupan porque llego muy temprano a casa. No importa. El cuarto huele a sábana limpia y me da sueño el calor lento, amarillo, que despide el radiador.

diciembre 09, 2006

Gatos


Llevo siglos buscando un regalo para ti. Tú no lo sabes. Hoy tu voz estaba triste. Tenías tapones en las orejas y seguro que alguna lágrima. No me oías. Tú decías que sí. Pero no me oías. Yo hablándote de lechugas, o campos yermos, y tú perdida en algunas memorias. Preocupada por la memoria. He querido darte un abrazo, porque estabas lejos, y anoche me llamabas preguntándome por revistas, literatura o algo parecido a lo que nos gusta hacer. Y hoy tu voz triste y tú tapones en los oídos. Llevo siglos buscando un regalo que no encuentro. Hoy recorrí entero un mercadillo de esos con cuero y colgantes que a ti y a mí no nos gusta ponernos. Y no sé por qué, busqué un gato. Creo que alguna vez me llamaste gato cuando todavía me llamabas cosas sin temer que todo se convirtiera en distancia. Esta distancia. Pero tú hoy estás preocupada por la memoria. No vamos a hablar de lo demás, de lo feo, los enfados y algunas noches de agresividad y tu mano golpeando o tu voz gritándome cosas que jamás fueron verdad. Y lo sabes. Lo sabemos. Así que ahora no se me ocurre qué te puedo dar. No encontré el gato que andaba buscando. Quizá un gato que sólo parezca gato si lo miras tú. Quizá un trozo de madera negra con rayitas verdes, azules, de un lado a otro de ese cuerpo semi-tallado. Quizá. No lo sé. La aritsta eres tú. La que se acerca al arte. Pero no lo he encontrado al final. Y me he enfadado conmigo cuando he oído que tu voz estaba triste. Y sé que hoy no soy yo. Hoy no es nada de esto, pero aún así, pídele perdón de mi parte.

Te escribí

Me huele (y puse duele) la ropa a eso que huele cuando has estado en bares. Mañana sonará el despertador y lo iré poniendo de cinco en cinco hasta que pase una hora. O más. Luego me despierto, ya culpable, y rezongo insultos, maldiciones, mientras tomo el desayuno. No oigo bien por el oído izquierdo esta noche. Será el frío. Como si se me hubiera metido un poco de viento. Luego las manos moradas y la bufanda al cuello. Enfadarse con ciertas sombras, pesadillas. Era un barco de tres pisos y Electra mordiéndome las manos. Electra es el bulldog que vive conmigo. No entiendo de perros. Pero había sangre en algunos sitios y ella, ellas lloraban. Alguien se había lanzado por la borda a un futuro de agua. Yo quería tomarla - a ella - por los hombros y se escapaba como se escapa en la vida, en algunas calles, como si no me viera. Entonces suenan Los Planetas (yo no tengo la culpa de que te duela el alma...) y hablan de plata como si no doliera. Y últimamente en mis sueños suena casi todo. Escalpelo con ele, escalpelo con erre, o Parade diciendo tengo veintidós años y este es mi primer contacto. Me despierto como si llegara de lejos, de correr, de un perro en las manos, de algo con sangre, algo que me hace pesada la respiración y los ojos. Entonces venir aquí, o a cualquier lugar con luz para dejar que los dedos tiemblen solos. Y ya no frío. Ya no lo de antes.

diciembre 05, 2006

Lo siento

No sé por qué, quizá por haber perdido, no sé por qué lo he hecho. Ha sido un accidente más que un enfado. Ha sido la reina blanca y la torre cayendo balcón abajo, girando en este aire del invierno que aún no es. Ha sido eso, sólo eso. No estaba enfadada, lo juro. Si hubiera sido eso - tal vez por haber perdido - si hubiera sido eso no hubiera bajado corriendo, descalza, pisando con los calcetines de rayas el asfalto sucio, mojado, escupido. No sé por qué lo he hecho. Perdona. Pero es que siempre ganas. No estaba enfadada. No lo estoy.

diciembre 01, 2006

Comala o el Escarabajo de Oro


Tengo tantas cosas hoy que no sé cómo empezar, cómo contar. El gato, cómo temblé, las tripas recorriéndole la carretera, el coche y las luces, vosotros esperándome, el recital y la cerveza - gracias, Carlos Vitale - el recital y la cerveza, luego las sombras - eran hermosas, sí -, Las aventuras del príncipe Achmed y nosotros como niños, tú en alemán, yo cerrando a ratos los ojos - de nervios - y las sombras, las luces, el amarillo y el piano de cerca, violonchelo y percusión. Cómo sonó todo. Cine mudo y a la cama. Los sueños, niños gordos que me besan en inglés, arañas de goma, el cuervo en la silla, la ventana abierta, sólo noche, el miedo y las plumas, la cerveza y mi casa, lo que no es mi casa, la tuya y tu luz, lo verde y un lápiz, ropa de otros olores, lo que fueron otros días, los sueños, los malos sueños, temblar despierta toda la noche - y menos mal que tú -, que me beses los ojos y decir que no se acaba el sol, la extrañeza de ya no estar sola - por primera vez, no sola, no sé qué es - y los sueños, otra vez, los malos sueños de infancias, bichos con pico, gatos heridos, casi muertos, eso no fue un sueño, ¿verdad?, no me gusta romperlo todo con una interrogación. Pido disculpas. Episteme es una palabra. Episteme es una palabra que. La entrevista - la no-entrevista. Ababol y la vida en los rincones. Mi madre con libros. El coche. El maletero lleno y yo yéndome. La clase de hoy - je viens de. Dormir hasta las doce. Y la puerta: Son las doce. Y él casi madre, tan tierno, diciendo que son las doce, llamando a la puerte y: Marisa, son las doce. Cómo adoro vuestra casa. Cómo me gusta dormir, desayunar allí. Y que hablemos hasta la hora de comer. Cómo fue un refugio y ahora es casi sola, la única, la casa y vosotros. No sé si hoy salir. Y estoy aquí, y detesto este lugar, les dije en cuanto he llegado. Y mi madre que no hable así, que todo tiene cosas buenas, cosas malas, y yo la mano en los ojos. Quiero ducharme. Hemos comprado luces nuevas. Y quiero Antunes y colchón, quizá David y Claudia, para pensar en ti (o Desorden, ahora es nueva), quizá acostarme recordando la calidez de las tazas del club de lectura - Comala, para mí mejor Comala -, tazas, invierno. Y de nuevo no bajamos de los 15º. Esto no es diciembre. Esto no es un mes. Un mes ya. Un mes ya de luces verdes. Tú me entiendes. Y anoche 13º. Anoche 1.33. Hasta que y 34. Menos mal que y 34. Y tu mano en el hombro - en la cama - y cómo han ido colgando ya las luces. Hemos comprado luces nuevas. Con qué ternura dice Antunes, hace Antunes que diga - él - Iolanda. Y todo el día Iolanda (Yolanda) en la cabeza. Como si fuera sólo una canción. Después Piensa en mí en vuestro pasillo, después del postre, despedirme de vosotros, cómo adoro vuestra casa, ya es hogar, el más hogar, el único hogar. Tantas cosas que no sé cómo empezar. Ducharme. Quizá salir. Aún no lo sé. Pero ya estoy en este sitio. Este estado en el que todo corre más de lo que puede. Y sabemos - yo sé - que eso no es bueno. Que luego viene el grito, y algunas camas incómodas y eso, a veces, no permite respirar.