abril 22, 2008

Ada, tu carta


Lo primero que hice fue mirar el correo. Pero no. Pensé que habíamos perdido el cuaderno para siempre. No estaba en el buzón, ni bajo mi puerta, ni del lado del microondas donde se acumula la correspondencia perdida. Pregunté a la gente. Ellas me dijeron: No sé, dígale al güero. Y el güero se fue a París y tampoco él tenía tu carta. Me entristeció esa pérdida. Pensé en las idas y venidas de la libreta azul, en tu forma de lamer un sello, en cómo fabricas un sobre y en tu letra hacia arriba. Qué pena tuve, Ada, de haber perdido ese cuaderno. Luego recordé algo, una frase, y marqué desde otra casa la extensión de la habitación nueve. Ella dijo: Sí, la tengo yo. Y al volver estaba tu carta debajo de mi puerta, al lado de una postal desde Madrid, del L8. Te leo, Ada, por fin te leo. Y leerte ahora, después de abril y habitar los bares y estar contigo y hacer una foto de tu risa, es como leer el pasado desde el pasado. Creo que esa calma, esa cosa tan clara con la que me escribiste entonces, un día de mitad de marzo, no se parece en nada a lo que ahora vives. Por si acaso te digo, te recuerdo, Ada, que en esa carta me dices que ella te dijo, te regaló aquello de "Camina consciente." ¿Recuerdas "Camina consciente"? Recuerda, Ada. Y sobre todo eso: Consciente.

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