Caminarte a la estación, como dicen ellos, caminarte, acompañarte, quiero decir, cantando por dentro, escuchando cantarme por dentro a alguien que se parece a Bambino o que es Bambino y dice te odio tanto, y yo me digo que no, cerca de la estación, dársena treinta, estamos aquí, temo mucho algún día odiarte, mientras murmuro algo que nadie entiende, te explico que éste o el otro asiento, aprieto a Gil de Biedma entre las manos, me oigo leer, te doy algo de agua - i need more poison -, me doy cuenta de que te vas, de que verte irte se parece a esperarte, es esperarte invertido. Antes la espera, el desasosiego de la espera, el mismo banco, buscarte en los vagones, eso no son vagones, autobús cientocincuentaicuatro, dársena treinta y uno, ahora verte partir, verte deshacer caminos dirección norte, preguntarme, siempre preguntarme, ahora ya no hay preguntas, ahora nada más que verte irte, mirarte irte, decirle adiós a lo que queda de ti, lo que llega de ti de ese lado del cristal, tras esa luz, la última luz, la primera, quiero decir, de diez, de casi diez de la mañana. Y ahora no sé qué se hace cuando ya no es la espera, cuando ya has estado, cuando ya te has ido y soy yo misma en un autobús dirección norte recordando las horas, el sol y las horas. Entonces lo pienso a él diciendo: recuerdo, cordura, cordis, y agradezco que al menos aún quedemos nosotros de este lado.
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