abril 21, 2008

Subir


Foto: Chema Madoz

Si ahora mismo recorriera hacia arriba los alrededor de ciento treinta peldaños que separan mi piso tres de tu piso doce, si llegara hasta allí descalza, o no descalza, y con cansancio de escalera golpease suave la puerta del pájaro negro, del otro lado estarías. Te imagino horizontal, mordiéndote el labio inferior, leyendo con prisa los más de cien artículos que aún te quedan por leer sobre protocolo y tribunales de antes de que nacieras. O a lo mejor descansas, con una canción, solo una y volver al estudio, descansas. O tecleas una combinación imposible de palabras en Google o investigas sobre el efecto de ciertos gérmenes en el sistema digestivo. Yo hago el camino inverso, mientras tanto. No subo los ciento treinta peldaños que me llevarían a ti. Bajo del tres al uno en el ascensor, voy al supermercado, me enfado con este invierno, entrego tres mil palabras inglesas sobre la /r/ en un sobre amarillo. Hago el camino contrario. Y en realidad lo hago, sé que no lo hago, que no subo descalza esos cien escalones, ni te nombro en el pasillo, ni golpeo con los nudillos el pájaro negro de la puerta siete porque tengo miedo de que al hacerlo, si es que estás ahí, te desvanezcas.

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