diciembre 29, 2006
Bigmouth strikes again
diciembre 26, 2006
Sé que te gusta esta foto
Me gusta el verde
Perdón
Nunca has entendido que se caigan copas de vino y quede roto el cristal y él le saque una foto de luces amarillas y te quede un vidrio roto entre labio y labio y te lo quites mirándote mucho el dedo, extrañada del vino, preguntando por sangre. Nunca has entendido que las cosas estallen en mil pedazos o que te salgan ojeras si tienes gripe. Nunca has entendido que la belleza sea frágil, bastante difícil es creer en la belleza, la leve sensación, a veces, de poseerla o crearla, o haberla hallado, en bruto, en medio de un libro, un fotograma, algún acorde. Por eso no entiendes que se rompan botellas en los suelos de los bares y se te resbale un pie ebrio y pise allí donde estaba el salto, el agua etílica, ese charco de barro y pies sucios, y caer entonces más con las manos que con otra cosa y recogerte a ti misma y quitarte el cristal del meñique y comprobar la movilidad de la muñeca y pasarte ya la noche llorando. Y que nadie comprenda por qué tú no puedes entender que la gente tropieza, la gente cae, las cosas se rompen y la belleza es más efímera que frágil. Era sólo eso.
Una carta
Sweeps the pillow clean
So rest your head and read a treasured dream
I care for no one else but you
I tear my soul to cease the pain
I think maybe you feel the same
What can we do?
I'm not quite sure what we're supposed to do
So I've been writing just for you
They say your life is going very well
They say you sparkle like a different girl
But something tells me that you hide
When all the world is warm and tired
You cry a little in the dark
Well so do I
I'm not quite sure what you're supposed to say
But I can see it's not okay
He makes you laugh
He brings you out in style
He treats you well
And makes you up real fine
And when he's strong
He's strong for you
And when you kiss
It's something new
But did you ever call my name
Just by mistake?
I'm not quite sure what I'm supposed to do
So I'll just write some love to you
diciembre 23, 2006
No temas, pero anoche había que releer el barro
(...)
“Voy a ducharme”, dijo ella. Él levantó un poco la mirada y se colocó bien las gafas. Se estaba durmiendo. “Voy a ducharme”, dijo ella. Y la miró sonriendo un poco, callado, para después ponerse de lado y sujetar el libro con una sola mano.
Mientras se inundaba la bañera, atascada, vieja, se iba poniendo el agua negra y ella se frotaba con fuerza y jabón el pelo para que no quedaran restos. Mientras le corría el agua por los muslos y las piernas, pensaba en qué quería decirle. No sería fácil. Realmente hay cosas que no es tan importante decir, que no es tan importante callar. Pero lo peor es sentir que uno es mentira. No que los demás lo sientan, lo peor es sentirlo en uno mismo. Entonces le costaba acostumbrarse a la aspereza del barro entre los dedos de los pies, acostumbrarse a tocarse la cara si sabía que no era verdad. Y además, cobarde, una cobarde mentira que ahora se subía a la pata coja sobre una báscula de otro tiempo. La aguja inestable por su desequilibrio y finalmente dejar caer el pie en el suelo y apoyarse en la mampara de la bañera y mirarse los pies desde allí. Ni siquiera miró la cifra que marcaba la aguja temblona.
(...)
Dos. El barro.
9ºC
y yo estaba solo en casa
sin saber lo que pasaba,
y no me llamaste ni una sola vez.
Y me preguntaba que estarías haciendo,
y me mataban los celos
cada vez que alguno de estos
me decía cualquier cosa sobre ti
Y me fui hasta la playa
para ver lo que pasaba
y te estuve persiguiendo
comprobando si era cierto
lo que todos me decían sobre ti.
Un verano que fue una pesadilla,
Si me acuerdo,me duele todavía
Y pensaba en destrozarte todo el tiempo.
hasta que te oí diciendo,
cuánto me echaste de menos
y que no te habías podido despedir
Porque nunca pasa nada
nada como esperaba
Cada vez que intento hacerlo
apereces justo en medio,
y salta por los aires
cuanto planeé.
Intentando olvidarme cada día
y acordándome el resto de mi vida
un verano que fue una pesadilla,
si me acuerdo me duele todavía
Tantas cosas
o el día siguiente
entonces no salimos jamás de lo oscuro, de ese salón de luces tibias
y a veces tan de hielo
y a mí se me llenan las horas de un tiempo sin tiempo, un tiempo a medias, un tiempo encogido, de átomos, lleno de días sin comer, o comiendo sólo para quitarnos el hambre, vamos a los bares por el precio y no por la música ni la calidad del alcohol, sólo a los bares que parecen tabernas, y botellas de vino en vasos de otro tiempo, o sólo bares donde sale a un euro la caña y podemos jugar al ajedrez
- estoy harta de perder sin ver más allá de lo que muevo -
y entonces nosotros paseando en lugares sin precio, o yo haciendo fotos de río y jurando que no volveré al marco del espejo y pidiéndote perdón y recordándote en esa sala de espera y lo frías que tenías las manos y cómo nos rompimos y cómo te dije
amor, dos puntos,
y cómo todo lo demás, y esta semana ha sido así, todo lleno de horas y llantos que no esperábamos, y las mandíbulas tan apretadas, y tu cama distinta, y todo distinto, y no es el mejor momento
- qué resaca -
sé que no es el mejor momento para hablar aquí, para hablar de todo, sé que debería dormir
- o callar -
sé que debería maldecir la Navidad y sus horas, sus nieves, el crepitar de una chimenea de infancia y una silla en la que ya jamás podré volver a sentarme
- no es nostalgia, no te enfades -
no te enfades nunca, no te enfades hoy, no te enfades anoche porque me pierdo y crees que me he ido para no volver
- sólo estábamos jugando al ajedrez, pero no del modo en que jugamos tú y yo, era mucho menos que eso -
no te enfades el miércoles por la noche cuando temo y te lloro y tú me traes a mí con los labios en mis sienes
no te enfades mañana cuando leas esto, o el día en que puedas leer sin dolor, no te enfades porque verte así, ojos pequeños, manos heladas, bufanda hasta más abajo de la cintura, no te enfades porque verte así me pone triste
- tan triste -
y ahora no tengo el cuerpo para tristezas, me lo dicen los ojos medio cerrados, la torpeza de las teclas, dudar de alguna tilde o si esta palabra o mejor la otra, ser consciente de que no, no lo estoy haciendo bien, ni estoy escribiendo bonito, pero
amor, dos puntos, esta semana ha tenido tantas noches
no te dejes convencer por mis ausencias, no dejes que tema ese temor que alimentas entre los ojos
- se te ponen tan pequeños -
no te dejes temer, no te permitas dudar, y sé que debería decírtelo, seguramente, más tarde, en otro sitio, y no hacer de esto un trozo de letras, lo que hago siempre, tú ya sabes que si ahora pudiera pensar, si no tuviera que respirar con la boca abierta, estaría muy enfadada
enfadada como para subirme a la barra
- y no a esa mesa llena de botellas y vasos a la que me subí -
subirme a la barra y patalear como sólo tú me has visto patalear a veces, y tirar cristales, como los que rompimos, ya no me acuerdo dónde, sé que todos nos miraban, como cuando meamos
- y tú no measte, tú siempre mejor, menos vergüenza, más discreto -
como cuando meamos en mitad del bar lleno de tunos y botellas que me metía en el bolso
- creo que las perdí -
y todo se hizo un charquito de orines nuestros, de los tres y sus sombras del otro lado de la puerta, y vosotros haciendo una barrera para que nadie me viera, para que no supieran que eso no se hace, que para algo están los baños, que parece mentira que hayas trabajado en bares
- sé que no había que hacerlo -
pero estaría enfadada como cuando me enfado de verdad y golpeo tu mesa blanca y tiro al suelo la carpeta azul, o doy con el puño en tus cristales y después me tiro a tu almohada para recuperar la calma, enfadada como para subirme a esa barra sucia en la que todo se puso feo, en la que tú creíste perder, y gritarle a todos que dónde, joder, dónde coño está mi novio, que quiero respirar, que necesito balcones, o alturas, me hubiese subido a la barra y hubiese tirado cristales, botellas hasta que todos se apartaran y entonces sólo quedaras tú, en esa esquina invisible, aislado y prohibido como tú sentías que estaba yo
y todo el mundo mirándome como cuando me miras tú, como cuando te pregunto si piensas que estoy loca y entonces me siento fatal y me derrumbo y respiro cerca de tu cuello para poder volver a respirar, exhausta
- cansada de mí -
pero no te enfades así, no te enfades como me habría enfadado yo, no lo odies a él como yo la hubiese odiado a ella, ni me llores a mí como te hubiese llorado yo, no me hagas que te explique cómo fue todo, no me preguntes, no me pongas los labios en los míos y me digas justo eso que te pedí que no dijeras
- tienes derecho, tanto derecho -
pero ojalá entiendas que sólo tú
amor, dos puntos, sólo tú porque estos días, estas noches, han sido tan extraños, que ojalá entiendas que yo contigo, tú hablándome de sentir y yo sintiendo en ti, o no en ti, no importa, y después las canciones de siempre y querer volver a cuando todo estaba bien
- sé que hay días en los que todo está bien y no me levanto como me levanté hoy -
sé que hay días en los que no sueño feo ni te tiemblo entre las piernas, sé que hay días en los que todo es más que nunca, más que antes y entonces sabemos volver, y esos días son anoche, anoche tú hermoso, tú ojos tristes y luego grandes, tu cuerpo y el colchón, sé que no sabes bien ahora si estás enfadado o triste, pero sé que nada de eso vale la pena.
Ahora tu ausencia.
Ahora estos días entre tú y yo, a presión. Días entre nosotros que no deberían estar
y te estará echando de menos esta luz, y te estaré echando de menos en noches que ya no espero extrañas
- no tan extrañas, por favor -
y que no pueden ser iguales si no comemos del mismo aire, si no habitamos las mismas casas, esos espacios oscuros, que a veces huelen a fruta, y en los que siempre parece de noche, siempre de noche, quizá por eso a veces pierdo los días,
te estaré echando de menos.
Y es tan cierto que sólo tú...
diciembre 10, 2006
diciembre 09, 2006
Gatos
Te escribí
diciembre 05, 2006
Lo siento
diciembre 01, 2006
Comala o el Escarabajo de Oro
noviembre 26, 2006
White Rabbit
Aunque ya te dije que no deberías leer esto.
No deberías.
One pill makes you larger
And one pill makes you small
And the ones that mother gives you
Don't do anything at all
Go ask Alice
When she's ten feet tall
And if you go chasing rabbits
And you know you're going to fall
Tell 'em a hookah smoking caterpillar
Has given you the call
Call Alice
When she was just small
When men on the chessboard
Get up and tell you where to go
And you've just had some kind of mushroom
And your mind is moving low
Go ask Alice
I think she'll know
When logic and proportion
Have fallen sloppy dead
And the White Knight is talking backwards
And the Red Queen's "off with her head!"
Remember what the dormouse said:
"Feed your head
Feed your head
Feed your head"
noviembre 25, 2006
"Does it worry you to be alone?"
Al Norte de Nacho
y ahora que te oigo llorar en lugar de ir hacia ti me vuelvo a anestesiar
No sé si te gustó esa letra. Yo lloraba cada vez que sonaba sin ti. No sabe nada, ni tiene que saberlo. Luego fuimos al Beat después del plano y la tristeza, huir de un concierto como de una pena, aunque más llenos.
me levanté hoy tan poco inspirada que aún no entiendo qué hago aquí
Y entonces luces de camerino en el aseo y vosotros en los taburetes negros y yo escribiendo notas en una servilleta.
Nacho vendrá luego.
Decían todos.
Nacho va a venir.
No te esperaba, Nacho. No estaba esperándote, por eso me fui, nos fuimos. Por eso tiré la servilleta al suelo, en medio de la acera, en el camino que seguiría minutos después la aspiradora gigante, peluda y negra que iba escupiendo, tragando agua dos calles más atrás. Ya la oía cuando solté el papel. Ya podía oírla.
Entonces el autobús de tres de la mañana. Ella y yo nos dormirmos escuchando Nice dream, creo. Le dije que no me apetecía Nacho. Demasiado reciente. Ahora no, te dije. Él roncaba dos asientos más allá y tú lo mirabas. Yo llevaba toda la noche echando de menos.
noviembre 22, 2006
Mes rêves
Though I'm past one hundred thousand miles
tarareaba y al cruzarme contigo, tú la segunda voz, más agudo, tú y ese gesto que les nace a algunas caras cuando saben, cuando empiezan a cantar.
I'm feeling very still
she knows,
noviembre 17, 2006
Greenaway es un gilipollas
Es como pensar en una ópera de Ramones
construida sobre la fuga bemol de un gato.
No tiene principio y no existe un símbolo
que conjugue la macroestructura del silencio
con el diez por ciento de nuestra felicidad.
Aunque quizá tengas razón si crees
que hay algo más que razones políticas
en la caza de gritos y en la guerra
de todos los puntos que componen nuestro aleph:
imagínate, por ejemplo, en un traje amarillo...
Queda claro, así, que respirar es otra forma
de aprender a despertar hacia adentro
y que - como tal clave de interiorización
implica - el sueño nos recuerda y mi ente
cuando concibe el aire como viaje.
Volvamos de nuevo al comienzo. Observa
cómo no es necesario el wendepunkt
ni el "que te follen, tío". Date cuenta
cómo, al hablar del aire, Bachelard
resbala etéreamente y distorsiona
la idealidad innata de los pájaros
en la poesía, cómo es muy fácil
que haya hipopótamos respondiendo a tus preguntas
y cómo se aleja a puñados el infinito
y cómo hay ecos en el estómago afilado
del horizonte y cómo en griego... etc."
Ella dijo: "Se te olvida nombrar a Greenaway."
noviembre 13, 2006
noviembre 05, 2006
Lucio
Lucio (3): //2. Cada uno de los lagunajos que quedan en las marismas al retirarse las aguas.
(Si Alberto me leyera hablando de marismas...)
Domingo
Y tú me dijiste que Morrisey se me había adelantado.
Everyday is like Sunday,
everyday is silent and grey.
noviembre 04, 2006
Le parapluie
noviembre 02, 2006
octubre 21, 2006
Perfect Day
y yo pasando por la puerta, viéndolos como si no me vieran, desde mi música.
Oh it's such a perfect day
Así que ando rápida, distraída, y no quiero mirar atrás, porque yo no oigo más que lo que llevo dentro. Me gustaría haber estado fuera, pasear, como siempre, sin música y oírte llamarme, saberte llamándome, poder oír en ti mi nombre y darme la vuelta entonces y después ver lo que hacíamos, quiénes éramos, pero no podía girarme. No te oía.
I'm glad I spend it with you
Y tú insistías, lo sé, pero estabas en otra parte, aún sin saberlo. Tú oyendo los coches, el titilar verde de los últimos segundos, los últimos semáforos. Estabas en otros ruidos. No podías oírme, sólo verme - eso creías. No podía llamarme, aunque lo intentaste y
Marisa en toda la calle, es muy posible, que sonara más allá de la Circular y fue justo ahí, justo al llegar al Tontódromo, fue justo en ese límite
You just keep me hanging on
donde ya nada traspasaba mi música, el silencio en mi cabeza, la canción de vista a olfato, a pies, a lluvia
You just keep me hanging on
fue justo ahí donde yo crucé ya casi en rojo, y tú, tú que venías detrás, tan detrás, ocupado sólo en repetir mis letras, conseguiste al fin que algo llegara también a mi porción de día, a mi porción de oído
Problems all left alone
Y en el último piano, en las últimas letras solas,
You're going to reap just what you sow
justo ahí, me tocaste por un momento la superficie de mi día, con la yema de los dedos, porque en ese instante logré escuchar el claxon - yo había cruzado casi en rojo, cuando tú cruzaste debía ya de ser un prohibido entero - el claxon y cómo frenó el coche, cómo fue de brusco y tú aún mi nombre, distraído, ocupado solo en eso, sin saber que ni siquiera estábamos en la misma calle, que aunque me costó mucho me mantuve en mí y ni siquiera giré la cabeza hacia el frenazo y tú asustado, ya en silencio, comprendiendo, quizá, que aquel no era el mismo día.
Just what you sow...
No lo era.
octubre 20, 2006
Me quiero ir
LA CIUDAD. Constantino Kavafis
Dices «Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí».
No hallarás otra tierra ni otra mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
-no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.
octubre 16, 2006
octubre 15, 2006
Emmenez moi
Creo que a mí me gustó más que a vosotros, creo que también yo la lloré de otra forma. Tenemos criterios distintos, es verdad. Ahora yo también voy a clases de Introducción al Cine y me da miedo dejar de llorar con
C.R.A.Z.Y.
Y caminas rápida, en sentido contrario al de todos esos borrachos que vuelven ahora a casa, y tú te levantas, te vas, sin equipaje y con los billetes en el bolsillo.
Me gustó por Zac (¿era Zac?) por la música y David Bowie y Pink Floyd y esas letras del Canadá Francés, o francesas pero en Canadá, y cómo todo se ralentizaba a veces. Fue por todo eso.
Y caminas rápida porque tienes prisa, sueño, anoche película y casa, ahora caminas, casi corres en dirección contraria a todos esos jóvenes que se ponen en cola para preguntarte la dirección. Una cola de borrachos a espasmos de alcohol y tú diciendo, oiga, señor borracho, aquel ha llegado antes. Y te preguntan: ¿La plaza de toros está por aquí? ¿Voy bien en esta dirección para llegar al río? ¿A cuánto queda el hospital Rodríguez Mesenger? ¿Morales Meseguer? Sí, Rodríguez Mesenguer. Y una vez organizados, sigues rápida hasta la estación. Algunos aún te miran, con las caras amarillas y ojeras de ocho de la mañana. Tuvo que ser una buena noche. Y tú en casa, en cine, bueno, anoche en casa.
Y lloré en mi butaca por algunas notas, algunos despertares, por esa forma tan reconocible de cantar frente al espejo, por no saber si esto, si lo otro, porque también yo soy una adolescente.
Los billetes seguros en el bolsillo de atrás. Los billetes en la mano. Igual que a veces sacas las llaves una manzana antes de tu portal, igual que a veces sacas el bolígrafo un piso antes de llegar a clase, igual que en ocasiones te preparas las monedas mucho antes de que te las pida la cajera, llevabas los billetes en la mano mucho antes de la estación.
Y esos gritos, y ese faire dodo, y todo ese nuevo idioma que ahora aprendo y esa época que no pude vivir. Ninguno de los tres pudimos, pero no sé por qué yo la añoro más, sé que yo la añoro más.
Los setenta, digo. Setenta y algunas maneras de divertirse que ahora imitamos sabiendo de sobra que no es más que eso, un plagio sucio, ahora hay demasiado plástico, y cables, ahora ya es sólo una copia, aunque a veces confunde, sirve, basta.
Llegué a la ventanilla y la chica de la taquilla leía una revista con fotos en color y noticias de embarazos y divorcios. Embarazos que seguramente deberían estar prohibidos. Cuando digo
Buenos días
no sube la cabeza. Pasa una hoja. Cuando nota que me callo, que sigo ahí, entonces me mira, sin preguntar. Quería devolver estos billetes, por favor. Los coge, los mira mucho, me mira a mí y seguro que piensa que he llorado por eso, por el viaje, el no-viaje.
No sé por qué lloraba, tú me lo preguntaste al salir, pero no sé por qué tuve ese llanto. Ya te he dicho que era como nostalgia, una añoranza extraña, ese tiempo en el que no estuvimos, esa infancia tan distinta, ese decir desesperado, quiero ser como los demás. Y es que en francés todo me sonaba nuevo.
Me devuelve el dinero. Todo, a pesar de que según lo que pone en los billetes habría perdido el 20% por devolverlos dos horas antes de la salida. Pero no importa, ella sigue con la revista. Entonces me marcho, ya más despacio, en la misma dirección que los últimos borrachos. Ya no me preguntan, creen que soy uno de ellos, aunque con el pelo mojado y sin la cara amarilla. Se nota en que yo voy más abrigada, más de día, más en línea recta, pero ellos no lo ven. Así que vagan sin saber a quién preguntarle la dirección.
Quizá también era por el viaje, quizá eran esos vuelos y todo lo que no sea estar aquí, o en cualquiera de los sitios de los que reniego. Quizá sea eso, y no una película, quizá era sólo mi cabeza y la música de fondo. Major Tom y Hier encore. Algunas canciones. Quizá.
No sé cómo fue que fuimos. Aún no lo entiendo. Sólo sé verme en una estación y luego en otra. Y entonces la playa, y los días, y después la vuelta. Ayer la vuelta, una vuelta antes de tiempo y cómo fue que se nos ocurrió ir al final, explícamelo, porque no lo entendía mientras me temblaba el pulso cogiendo el teléfono en la estación de vuelta, arrastrando la maleta a patadas y comiendo a arcadas la primera comida del día, seis de la tarde. Explícamelo porque aún no lo entiendo, no entiendo bien cómo fue toda esta historia. La playa sí, el sur, el viaje, la ciudad de siempre, la misma gente. La estación no, ese llanto no. Me temblaba el pulso de rabia, quizá, y lloré fuerte, como creo que nunca antes había hecho estando sola en una estación. Odio las estaciones. Fui a tomar una manzanilla. Ya sé que no relaja, pero tenía una piedra encima, debajo del ombligo. Me pesaba y me hería aún más el llanto y me quedé sola en la barra, vigilando la maleta, casi sin ropa, sólo un libro enorme en ella, sabes cuál. Tenía los ojos tan hinchados que me costaba ver al camarero sin obligarme a abrirlos, ver bien dónde ponía el azúcar, cómo daba vueltas la cucharilla en la taza, ese ruido que tienen todas las barras. Me costó. Y llegué tarde y sin llaves y no quise decirte nada. No voy a decirte nada aún. Quizá luego. Y no me arrepiento de playas, ni de haber comprado de nuevo los mismos billetes, los mismos que devolví en la taquilla, dos horas antes, revistas y embarazos, esos billetes. Podríamos irnos otra vez.
octubre 07, 2006
Fuegos
septiembre 30, 2006
La tarde que fui ciega
10.05.06 Penélope y las tarjetas de presentación
A Ítaca le cambiaron el nombre y el lugar. La confunden con otras ciudades, otras islas, tal vez. Ítaca es un buen sitio para Penélope. En Ítaca dan las cañas a un euro y el baño es unisex. Cuando hace mucho calor, cuando es la hora de marcharse, suben la música y apagan las luces. Tertulia no. Ítaca sí. Penélope tiene una mesa vacía, reservada, frente al espejo, para ser más ella. Un espejo donde se escriben las notas etílicas, las notas de dos palabras, que luego algún impulso escatológico dejará cerca del baño, abandonará sobre la mano que asoma bajo una manga, la mano, la poca luz, la poca memoria. Y cómo no va a dolerle la memoria, a Penélope, en el centro justo del espejo, en mitad de la isla Ítaca. Cómo no, si hasta las mejores tarjetas de presentación acaban hechas fuego, o pedazos. Cómo no, si a base de cristales y silencios de coche quedó muda. Cristal de espejo turbio entre humos. Ítaca es un buen lugar para esperar. Esperar es lo que hacen todos los cobardes.
25.09.06
Teclas
Es que hay veces que no, por mucho que quieras. Está más cerca lo de siempre, el sueño, los ojos, la luna, todas esas cosas que llenan de nada las palabras a base de veces. Y veces, es que hay veces que no. Por mucho que uno, que una se empeñe, no. No se puede. Y se prueba delante del espejo, en voz baja, en la cama, en el sofá, con música, en la calle, en las esquinas, en las terrazas con gente o debajo de las palomas (de las palabras, escribí ahora que no estoy escribiendo, que estoy sin estar, sin pensarlo). Así que debajo de las palabras. Quizá eso sonaría a algo si no estuviéramos ahora en esto que no es nada. Si no estuviera más pendiente de la leche caliente, de mis ojos, del humo, de los olores, que de las teclas o eso que a veces, cruzando pasos de cebra y dando los besos de rigor a escritores que añoro, eso que a veces, cuando no llegan noticias de Berlín y todo se pone extraño y las señales nos engañan, me vuelven loca y aparece esa paranoia de números convertida en treses de rojo repartidos a lo largo de la acera, eso que a veces, cuando él olvida mi nombre, o cuando alguien me embiste con la lengua, eso que tantas veces, me hace llorar (y aquí llorar no duele). Eso y no el vaso de leche caliente, mis ojos, el humo, los olores. Más aquí que allí. Más entre las teclas.
septiembre 29, 2006
Esa luz
Y es que después de la tormenta todo quedó medio amarillo, como de luz, como de agua. Llover es lo mejor que pasa a veces, cuando ruegas que llueva, cuando cruzas los dedos y vas nerviosa de ventana en ventana, esperando algo y respirando a golpe de trueno, los estertores del verano más corto – más amplio. Entonces se te queda esa cosa en la garganta, que no es deseo, no es ansiedad, no sabes bien, es tormenta en tu cuerpo, supones, ese vacío de babas o besos. Y que llueva, pides que llueva, abres del todo el balcón y te gritan de lejos que la corriente, que el frío, que la ropa mojada, que esas cosas que se gritan cuando a uno no se le cuelan en la glotis todas las luces de agua, de tormenta. Y qué le vas a hacer tú, con la cámara de un lado, de este, como si pudieras pararlo, retrasarlo, que se quedara aquí. Y después de la tormenta siempre viene algo. Lo sabes por cómo se te queda el cuerpo mientras luchas con los palillos de la comida china y ves que no vendrá nadie al restaurante, tú y tú, solas, tú y ella, quieres decir, comiendo arroz frito de la casa y bebiendo agua natural. Lo sabes por cómo pides la cuenta, sabes que después del agua, viene algo. Aunque no haya nadie – al final, casi nadie – en las calles, aunque todo esté lleno de charcos y frío y tú andes casi descalza y en manga corta, aunque todo eso, a veces sabes que va a pasar algo, en el último paso, o justo antes de encajar la llave, que llevas ya desde hace tres calles en la mano, apretándola, impaciente, o alejando el miedo a ese silencio donde siempre ha habido pasos, gente, luces sin agua.
septiembre 21, 2006
septiembre 20, 2006
septiembre 15, 2006
Qué hacer con esta hora
septiembre 13, 2006
Espejos
septiembre 03, 2006
De cuando viví en un castillo
Subir arrastrando cuestas, ruedas de maleta por una tierra de nubes y castillo. El río y sus mosquitos, y sus puentes viejos y tú sintiéndote extraña en un camino que sabes que sólo tienes quince días para recorrer. Tu poco creer en la gente, tu mucho reír, la risa como manifestación constante y escandalosa de tu más absoluta y profunda timidez. Al final entras en una sala de gente, de juegos, de otras horas que no son esto, este pueblo y sus mismas calles de siempre. Gente nueva y ella, que ya sabías, sabíais que ella iba a venir. Los demás son distintos, son otra cosa, son gente a la que no esperabas, que no te espera. Gente que podía haber estado o no, como tú. Y oyes otras lenguas y otros rostros y ese estar siempre un poco por fuera más que por dentro, tú ya te entiendes (aunque en realidad no). Y son rostros que podrías haber encontrado en la calle, sin embargo han sido tus horas. Tus horas de desayuno, ojos dormidos, sed de resaca. Las artistas y las piedras viejas, piedras en sueños, en todo. La torpeza de tus manos y la risa, siempre
Tú, mi arista, mi paciente, mi primera charla.
Tú, mi niña del frío, siempre el frío y tus ojos de sur, aunque tu frío de centro.
Tú, palabras con ese, tantas eses, y cómo susurrabas y hablabas de otros tiempos, otras piedras y brazos levantando catedrales siglo a siglo con los ojos apuntándote algún sueño.
Tú, que aunque no hablabas, cantabas siempre que creías estar sola.
Y tú hablándome de Almodóvar, medio en inglés medio español, y yo riendo del conservadurismo de tu patria y sus iglesias mientras censurabas Kika con la memoria y luego pasábamos a Corea y sus directores y a descifrar algunas palabras imposibles entre tu lengua y
Tú sin embargo eras distinto. ¿Verdad? Que pena que ya no vayas a leerme. Qué pena porque te hubiera escrito tanto… Te hubiera escrito aparte y sin callarme nada, sin callarme todo eso que no se podía decir rodeados de armaduras de seis de la mañana, cuando dormían, o parecían dormir, y tú y yo en el único trozo sin luz, en lo único oscuro de ese pasillo que se encendía a tu paso, mi paso. Detesté tu marcha y los días de no mirarme, detesté tu dolor y deseé que no te fueras, que nadie se fuera. Pero tu mar ya está más lejos que nunca. Ahora ya no me dejas que diga lo que me quedaba por decir.
Y entonces hay que seguir… Hay que seguir contigo, el otro tú, por ejemplo, aquel que me hizo llorar y comerme una servilleta de bar y las palabras etílicas que habías puesto en ella. Te odié a ti y tus instrucciones, te odié y por eso escupí en la papelera del baño la servilleta hecha añicos. Tenías que escribir eso, lo sé, lo sabemos, pero qué más da si tú tampoco vas a leerme.
Vosotras, sin embargo, erais dos en una. Un trocito de sur, de guitarras mudas que nunca pudimos tener. Hay cosas que siempre tengo lejos, cosas que a veces no viene mal tener un poco más de cerca.
Y cómo no hablarte a ti, tú y yo, que tan poco hablamos y de repente tu sonrisa de último día. Me dejaste casi más triste que nadie, por dejarme, porque siempre es la historia de siempre, de cómo el tiempo se mueve a saltos boca arriba, hacia delante. El otoño, luego un invierno y tú en tu sitio, después del hielo, las no-charlas, las horas. Ni siquiera sé si sabes que hablo de ti.
Tus no erres, tu afonía de gallo lindo, lejano, de tierra que añoro apenas sin conocer. Cómo preguntaste por mi estado aquella vez, con esa voz de otro lugar, de mares menos de sur que los míos. Cómo te estuve de agradecida por tu voz y tus cejas.
Y tú, otra extranjera, mujer tocable, última noche, algunos abrazos. No tuvimos tiempo de saber quiénes éramos. Creo que eso es todo lo que me quedó por decirte cuando te vi diciendo adiós.
Y contigo, si me entendieras, cuánto hubiera querido retener de tus gestos y tus alturas de niña que salta, niña muda subiendo por un lateral del río. Y el libro y tus manos, y nuestra primera charla y cómo quise llevarte siempre cerca y me resultó tan difícil.
Tú quedaste un poco asustado. Y lo sé. No era mi intención esa nota de último momento. No era mi intención pero tú también sabes lo que fue tanta cerveza. Lo hice por silencio, por rabia, por timidez. Lo hice por eso y por venganza hacia mí misma, hacia tu forma de evitar miradas. Sólo por eso. Perdón si ofendí, porque no quería ofender. No sé muy bien lo que quería.
Y tú y cómo siempre me daban rabia de ti las mismas cosas, y cómo me hacías reír aunque viniera con un nudo en la garganta y no me gustara el menú. Y qué manera de meterte conmigo, contigo, con todo. Reírse tanto y cómo hoy hay palabras que ya no suenan a lo mismo. Que tienen más gracia, quizás.
Y tú y las canciones de última noche, canciones en ti y cómo el humor te salvaba, nos salvaba tantas veces. Tu humor. Cuántas gracias, gracias por él.
Vosotras dos y algunas canciones de los ochenta. Vosotras dos y cómo tú apenas hablabas, y cómo tú vivías en ti y en tu sordera con mi risa al otro lado. Vosotras dos y quizá un abrazo que nos faltó. Quizá.
Cuánta gente y qué poco tiempo y cómo subí la cuesta sabiendo que algún día todos la bajaríamos tristes, sin un lápiz entre los dedos, sin ese sol de dos de
Cómo ella (me juré que no me permitiría un nombre), cómo ella y yo subimos en un autobús desierto, un autobús con gente de otras partes que no interesaban, después de todo, no interesaban. Viajamos y dormimos y yo tuve algunas pesadillas de vuelta a casa. De pasar septiembre en un bar, del lado menos borracho de
Al Alba (a Alba)
Quiero que leas esto cuando ya nos separe la suficiente tierra (que nunca es suficiente), cuando ya no recorras estas calles y puedas pasar por estos días sólo con la punta de la memoria, no con este peso de recuerdos que abruma y ahoga ahora cada hora que hemos pasado. Hace calor, calor peninsular y ganas de otoño. Busca, busca aviones de noviembre que habrá algún vuelo que nos una. Hace calor, se pega al cuerpo y por entre los dedos, y ni siquiera eso puede una retenerlo. Da igual que Mula sea una pierna rota, que Toledo sea cuesta arriba. Da igual. Gracias por estos días. He aprendido por qué en las islas no hay invierno.
agosto 15, 2006
De viaje
agosto 10, 2006
Chica busca piso
estás ilusionada.